El presidente de Asfear recuerda que «la mitad de los adolescentes piensa que el alcohol no es una droga»
Miguel Ángel Fernández García Presidente de Asfear
Hubo un tiempo en que estaba convenido de que la ginebra le hablaba: «La copa me decía que mañana iba a encontrar un trabajo buenísimo y que era un tío genial». Y, hasta que la Policía recogió a Miguel Ángel Fernández (Cimadevilla, 1950) tirado en la calle después de haber ingerido todo el alcohol y todas las pastillas que tenía a su alcance y lo llevó a Cabueñes, hace ya 17 años, no dejó de oírla . En La Santina pasó «la etapa más dura» de su vida, dándose cuenta de «cómo una personal normal se puede convertir en un hijo de puta gracias al alcohol», dejó las «entre veinte u veinticinco copas de ginebra» que se tomaba a diario y una familia rota, «con dos niñas pequeñinas», que ha recuperado «sin prisa, pero sin pausa», haciéndoles saber que siempre está. Por eso, sabe mejor que nadie de qué habla cuando apuesta decididamente por incrementar la edad legal para adquirir bebidas alcohólicas. «Cualquier traba es buena. Cuanto menos facilidades les demos, mejor», afirma la cara visible de la Asociación de Familiares y Enfermos Alcoholizados y Rehabilitados, que agrupa a más de 220 socios y que abre los 365 días del año, «porque siempre puede aparecer alguien que necesita ayuda».
-Asturias es la única comunidad donde los jóvenes pueden hacerse con un calimocho, una botella de sidra, una cerveza o un cubata con 16 años. ¿Por qué?
-El problema es que para beber nunca hay ningún problema. Te casas y bebes; cierras un contrato y bebes; tu mujer se compra un vestido bonito y bebes para celebrarlo. Y, además, no puedes decir que no te gusta porque hay alcohol con sabor a avellana, a fresa o a manzana. Beber sigue siendo una cuestión social y las autoridades todavía no son conscientes de que un chaval de 14 años no sale con otro de 18, pero sí con uno de 16, que es el que compra la bebida para todos. A veces, me planteo que el Gobierno me tiene que pagar una indemnización, porque fueron ellos los que me vendieron un tóxico legal.
-Sin embargo, defiende que «el problema no se resolverá únicamente con esa medida».
-Hay que ir más allá, porque el alcohol está muy arraigado socialmente. Tanto, que el 44% de los jóvenes piensa que el alcohol no es una droga. Supongo que es por desconocimiento y por la aceptación del alcohol como algo que forma parte de nuestra cultura y de nuestras costumbres. Por eso, nosotros estamos planteándonos actuar con el 57% de los jóvenes que practican algún deporte. Unir esa actividad deportiva con un trabajo de prevención.
-Sostiene, además, que no son ellos los únicos culpables.
-No. A los chavales se les está dando mucha caña, porque no todos están en esa situación, y ellos salen por donde pueden. Los estamos llevando a un terreno sin salida. Y, aunque muchos digan que no, el botellón está vinculado con la crisis. Este es un trabajo de todos que hay que empezar por nuestra casa. Si tu hija de trece años llega borracha, eres tú el que tienes que estar pendiente de que el siguiente fin de semana no vuelva así. No los ayuntamientos ni los políticos.
-Y que hay mucha hipocresía rodeando el fenómeno.
-Sólo hay que fijarse en la zona de El Carmen, donde la gente ya es mayorcita y está en la calle bebiendo. Lo que pasa es que ellos no gritan, no molestan. Pero, cuando eres joven, armas jaleo. Cuando yo era joven, estaban El Jardín, Las Delicias, El Rocamar... Había 200 salas de ocio. Ahora, no hay ninguna.
-Trabajan en colaboración con la Universidad, asesorando a terapeutas ocupacionales.
-Muchas, veces, no sabemos como tratar a estas personas. A veces, no lo sé ni yo, que soy alcohólico. Porque, cuando tienes este problema, tu familia y los profesionales son tus enemigos. Cualquier que te ponga en contacto con la realidad. Incluso, si alguien está bebiendo contigo y se pone pesado, prefieres beber solo. Con un alcohólico no se puede ir de grandón. Y, por eso, para trabajar con los chavales en la escuela no sirve un profesor que sale el sábado con sus amigos y se toma cuatro cacharros. Tiene que alguien que sepa de qué va esto.
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