sábado, 28 de diciembre de 2013

Pensemos en clave social.



Es preocupante que mientras vemos cómo la pobreza se extiende a nuestro lado no seamos capaces de hacer nada, incluso pensando de forma egoísta que los próximos podemos ser nosotros. Preferimos curar nuestra culpa donando ropa o colaborando económicamente con la compra de juguetes o comida para los más necesitados, en vez de pensar por qué ocurren estas desgracias e indignarnos con la situación existente y como consecuencia rebelarnos luchando, de forma cívica y constructiva, por cambiarla. Confundimos pues caridad con solidaridad.
La caridad es simplemente que los más poderosos, o los que pueden, se curen de sus culpas donando bienes materiales para paliar la situación de aquellos que sufren los daños colaterales de un sistema que permite que unos pocos tengan demasiado, mientras otros muchos tienen muy poco, sin ninguna intención de cambiar las cosas. Por su parte la solidaridad es una relación entre iguales, afectados y no afectados, que entienden que existe una situación injusta y se unen para conseguir sobrepasarla y buscar soluciones.
Dejemos ya de pensar en clave cristiana y pensemos en clave social, si queremos un mundo más justo debemos ser menos caritativos y más solidarios.— 
Se dice que se “externaliza” la gestión de un servicio público, pero lo que en realidad significa es que se privatiza ese servicio.
Se dice que se establecen “copagos” de medicinas para ahorrar, pero lo que sucede realmente es que se obliga a pagar, otra vez, lo que ya se ha pagado con los impuestos.
Dicen que “revalorizan” las pensiones, pero lo que ocurre realmente es que la subida está muy por debajo del IPC, por lo que se pierde valor adquisitivo, o lo que es lo mismo, las pensiones, en realidad, bajan.
Aducen que los recortes, a los que ellos llaman “reformas”, son en bien de la economía. Y sí, es en bien de la economía de los más ricos y en perjuicio de todos los demás.
Se habla de “movilidad exterior” y de “afán aventurero” de nuestros jóvenes y es, simple y llanamente, emigración de los ciudadanos que no encuentra trabajo y se ven obligados a abandonar sus casas y sus familias para tratar de vivir dignamente.
Nos dicen que los sueldos no bajan, que “suben moderadamente”, y los trabajadores ven como cada vez trabajan más y cobran menos, justo como quería el ahora encarcelado Díaz Ferrán.
Hacen una Ley de Seguridad Ciudadana para “garantizar que podamos manifestarnos” y, en realidad, se trata de emplear medidas y métodos más represivos, con multas delirantes y cañones de agua a presión, en un país donde la conflictividad es mínima y donde la propia policía dice que esa ley es innecesaria.
El presidente dice que lo de Génova, 13 no es un registro (14 horas, nada menos), sino una colaboración con la justicia.
A ver si este no es un lenguaje de trileros.—
Esta nueva ley del aborto, que se debe a la presión del ala más conservadora del PP, nos hará volver a las mujeres a las situaciones de hace 30 años. En esa época tenías que viajar a Londres o Ámsterdam, pero en Madrid, por el módico precio de 185.000 pesetas, podías hacerlo en la consulta de un ginecólogo en la calle Juan Bravo, en cuya sala de espera estaba colgada la bandera preconstitucional con el águila. ¡Viva la hipocresía!— 
Decide el Gobierno que la madre no puede interrumpir su embarazo aunque el feto tenga un problema de salud o una malformación por muy graves que sean. Y esto lo imponen no a sus mujeres o a sus hijas —si se dejan — sino a todas las españolas los del PP que se autoproclaman “liberales e ilustrados”.—
En el discurso del estado de la Unión 2012 el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, hacía un llamamiento a la importancia de la participación ciudadana en la vida europea. Subrayaba la necesidad de potenciar la dimensión ciudadana, asegurando que la participación de cada ciudadano en la colectividad y la sociedad de las que forma parte era vital para la salud democrática y el futuro de la UE. Salvando las distancias, estos argumentos, tan convincentes, me recordaron el Discurso fúnebrede Pericles, testimonio de cultura y civismo. El poderío de la antigua democracia ateniense, fundamentada en la ciudadanía activa, no solo sería motivo de admiración para sus contemporáneos, sino que lo sería también para los que habrían de venir después. Pasados más de dos milenios, celebramos el Año Europeo de la Ciudadanía no para celebrar la dinámica y activa vida de la misma, sino para informar mejor a los ciudadanos sobre el modo en que pueden beneficiarse de los derechos y políticas de la UE y estimular su participación activa.
Este año pretendía dar repuesta al demoledor informe de 2010 de la Comisión sobre la ciudadanía de la UE, el cual concluía que los ciudadanos no aprovechaban plenamente sus derechos porque no los conocían. El año 2013 llega a su fin. Lejos queda la consecución de este objetivo cuando la mayoría de la ciudadanía europea ni siquiera se ha enterado que este era su año.—