viernes, 4 de enero de 2013

La mayor chapuza jamás aprobada por un parlamento de la República Federal de Alemania.




Un fantasma recorre Europa: Alemania va bien porque hizo las reformas estructurales necesarias a tiempo y ahora toca a los países en crisis hacer lo mismo. Así vende Angela Merkel la Agenda 2010 de los años 2003-05, llenando de orgullo a su antecesor socialdemócrata Gerhard Schröder, que se siente ahora como auténtico artífice del milagro del empleo alemán.El presente artículo pretende desmitificar este discurso tan imponente en dos pasos. Primero aclaramos los verdaderos efectos de las reformas para después analizar las auténticas fortalezas de la economía alemana.
Durante dos décadas, Alemania figuraba en la opinión pública como el paciente enfermo de Europa, con altos gastos sociales y costes laborales, un mercado laboral muy rígido y estructuras corporativistas con una amplia participación de los agentes sociales en la gestión pública. Frente a esta situación alarmante el gobierno de Schröder aprobó a finales de 2002 la famosa Agenda 2010, también conocida como reformas Hartzen alusión al presidente de la comisión de expertos Peter Hartz, amigo de Schröder y jefe de personal de la multinacional Volkswagen, condenado en 2007 a dos años de cárcel por varios delitos de corrupción y sobornos al comité de empresa en forma de viajes de lujo a Brasil con prostíbulo incluido a cargo de la empresa.
Las cuatro leyes Hartz consistieron en la creación de Agencias de Servicios Personales en las Oficinas de Empleo (Hartz I); el fomento del autoempleo y los mini-empleos' con sueldos inferiores a 400€ al mes carentes de contribuciones sociales (Hartz II). Las oficinas de empleo se convirtieron en job-centers para sus clientes (parados) (Hartz III). Por último, el sistema de prestaciones por desempleo sufrió una importante reestructuración, reduciéndose los beneficios contributivos y fusionándose el sistema de subsidios para desempleados de larga duración con otras ayudas sociales no contributivas para personas sin ingresos (Hartz IV).
¿Cuáles han sido los resultados de la Agenda 2010? El efecto más inmediato y profundo ha sido la dualización del mercado de trabajo con un amplio sector de mini-empleos y empleos subcontratados (más de siete millones de personas) con grandes dificultades de inserción en el mercado laboral regular. Cada vez más personas quedan atrapadas entre empleos por 1€/hora, mini-salarios subvencionados y la vuelta al paro, mientras en el otro mercado laboral la carencia de profesionales cualificados atrae a los nuevos inmigrantes bien preparados y se ha convertido en un serio problema para una economía que gozaba antes del mejor sistema de formación profesional del mundo. Se calcula un porcentaje mayor del 20% de los asalariados alemanes pertenecientes a la categoría de trabajadores pobres, un altísimo valor en el marco europeo y una brecha salarial y social desconocida en la Alemania de la post-guerra. Más desigualdad y más pobreza en medio de una economía boyante es el efecto principal de las famosas reformas.
preparado y desbordado por las nuevas demandas; una inseguridad jurídica que ha generado miles de demandas judiciales, más de 50 decretos correctores de errores y dos sentencias del Tribunal Constitucional en contra de artículos de las leyes reformistas. Gran parte de las medidas introducidas han sido abandonadas por defectos jurídicos o por disfuncionalidades prácticas. Así, las famosas reformas estructurales del Gobierno alemán han tenido efectos socioeconómicos, administrativos y jurídicos nefastos y representan la mayor chapuza jamás aprobada por un parlamento de la República Federal de Alemania. 
De dónde viene entonces la relativa buena marcha actual de Alemania? Realmente, la economía alemana contradice las certidumbres más firmemente establecidas de la ciencia económica: no es una economía de servicios, sino industrial. El sector servicios se articula alrededor de un fuerte núcleo industrial; no es, tampoco, una economía de nuevas tecnologías, sino de sectores de intensidad tecnológica media; no es una economía con un mercado liberalizado, antes bien, este se encuentra densamente regulado; además, se trata de una economía con altos costes salariales e impuestos relativamente altos, con sindicatos influyentes y mucha intervención pública.
Alemania tampoco deslocalizó las partes más intensivas de mano de obra a países de bajo coste, sino que ha mantenido sectores industriales integrales en su territorio. El fundamento de la fortaleza económica alemana sigue descansando sobre sectores industrialestradicionales' como el de la construcción de vehículos y de maquinaria, la química, la electrotécnica, la tecnología médica, los aparatos ópticos y la protección del medioambiente; todos ellos articulados alrededor de una amplia variedad de grandes y medianas empresas fuertemente orientadas al liderazgo en el mercado global. Esta fortaleza resiste incluso a las malas políticas económicas de los gobiernos y ha permitido a las empresas alemanas reorientar sus estrategias de exportación hacia los mercados emergentes, con China a la cabeza.
La fortaleza alemana tiene su fundamento último en unas relaciones laborales cooperativas y en la participación activa de los sindicatos en la gestión de las empresas. Fueron, de hecho, los sindicatos los que convencieron a las empresas a renunciar a la flexibilidad externa o ajuste vía despidos y negociaron una amplia gama de medidas de flexibilidad interna con cálculos anuales de horas de trabajo, sistemas variables de jornada laboral y la exitosa solución del Kurzarbeit. Eltrabajo corto facilita a las empresas la puesta en práctica de reducciones temporales del tiempo de trabajo para capear los temporales sin deshacerse de su capital humano, mientras las oficinas de empleo subvencionan programas de formación continua y reciclaje profesional, además del 60% del salario de las horas no trabajadas. La negociación colectiva de estas medidas ha sido responsable de salvar alrededor de tres millones de puestos de trabajo desde 2008 y ha sido esta mano de obra retenida por las empresas la que ha permitido la recuperación acelerada de la economía alemana.
Simplificando, un empresario alemán aprovecha los momentos de coyuntura económica expansiva para invertir en nuevos equipamientos y tecnologías, que le permiten mejorar la productividad de su empresa y la competitividad de sus productos, y pacta con los sindicatos medidas de reducción de jornada y de formación continua en tiempos de crisis, que le permiten retener mano de obra cualificada. Mientras, un empresario español contrata en épocas boyantes mano de obra barata a través de contratos temporales, lo que no le permite mejorar ni en productividad ni en competitividad, y después opta por el despido masivo y se aprovecha de la crisis para exprimir a los empleados restantes. Por eso, la productividad aumenta en Alemania en tiempos de crecimiento y desciende durante las crisis. Justo lo contrario que en España, donde los pocos trabajadores que quedan deben trabajar mucho más que antes.
En la década anterior a la crisis, los costes laborales nominales por unidad producida crecieron en España un 30% (igual que en Grecia y Portugal). En Alemania el aumento fue de un 1,8%. La tasa de inflación fue en España constantemente superior a la media europea; en Alemania fue inferior, lo que implica una ganancia relativa en competitividad. En fin, mientras España se emborrachaba de una burbuja con dinero fácil, Alemania sufría la modernización constante de su base productiva y la costosa incorporación de la economía del este. El milagro alemán es, por lo tanto, consecuencia de las fortalezas tradicionales de la industria y de las relaciones laborales alemanas y no tiene nada que ver con las supuestas reformas de principios del siglo. Realmente, el único acierto de los recientes gobiernos alemanes ha sido la introducción de un paquete de estímulos económicos al inicio de la crisis y el aumento de la cobertura del Kurzarbeit.
En resumen, el resto de Europa puede aprender mucho de los empresarios alemanes y bastante de sus sindicatos, pero nada de sus políticos y banqueros.

jueves, 3 de enero de 2013

Protestas, si: pero se disuelven en las aguas amargas de la cólera




Antidisturbios en el Paseo del Prado, tratando de controlar los altercados que se produjeron tras la manifestación con motivo de la huelga general del pasado 14-N. / ISAAC F. CALVO
El miedo es un medio donde el puñal se hunde y acaba disipando su influencia en los blandos humos del pavor. Nada ata más, emascula más, obnubila más que la presa del temor. Y ahora no es solo una amenaza lo que nos paraliza, sino ya un psicofármaco atmosférico que ha aspirado el inocente pulmón social. ¿Pero miedo, miedo tóxico y más miedo adónde puede llevar? Efectivamente, a una exasperación de su dosis y a la producción del efecto paradójico mediante el cual se llega al punto en que, saturados, ya no se tiene nada más que temer.
En ese momento, la explosión de ira es igual a la de Los Miserables de Víctor Hugo, que no por azar se representa en los teatros, en la música, en la televisión y en el cine de la actualidad. El miedo, el miedo y el miedo continuos. La Santísima Trinidad bajo la que se ha sacralizado el discurrir de esta Gran Crisis ha sido posible gracias a inculcar miedo a granel en la totalidad de los cerebros sociales. ¿Una conspiración satánica para la trepanación? Un efecto quirúrgico de la aguda seducción del mal.
Todos nos preguntamos, desde los periodistas a los quiosqueros, desde los ministros a los obreros, cómo no se ha producido ya -o hace algún tiempo- un formidable estallido social. Cierto: hay huelgas, manifestaciones, carteles de diferentes colores, protestas airadas, pero lejos de coaligarse para crear una dinamita crítica, al borde de la explosión, las sublevaciones se disuelven en las aguas amargas de la cólera efímera y hasta los enfermos aceptan pagar a la ambulancia para que les practiquen una diálisis o les extirpen el corazón. El miedo ha hecho posible esta luctuosa coyuntura donde es posible la crueldad, el crimen o el desahucio sin que haya otra reacción popular que la de darse muerte y, sin embargo, no asesinar al comendador. Los miserables no dejan de amontonarse y de crecer. En un barrio de Las Palmas, con un 46% de parados, el 76% de sus habitantes son ya excluidos sociales. Si la tasa aumentara un grado más ¿qué quedará finalmente de la inclusión social?
Una de las perspectivas más seguras para los próximos años será, pues, el cambio de sociedad, porque como un cambio de piel ruinosa, la penuria va carcomiendo el tejido conjuntivo de la colectividad. En adelante pues, no habrá ya ciudad ni colectividad sino, como se va viendo, comunidad.
En ABC Punto Radio hay (o había, antes de su paso a la COPE) un programa vespertino de diez minutos en donde unos ofrecían aquellos bienes que les sobraban, desde una máquina de coser a una bicicleta estática, desde una mecedora o una bañera para el bebé, puestos de trabajo y puñados de euros para prestar. Seguro que con la COPE por medio continuarán haciéndolo, porque entre sus fines de hace unos días se hallaba animar a todas las emisoras a producir programas semejantes de caridad. Programas en los que se establecía una comunicación entre lo sobrante y la necesidad. La suerte y la muerte. El exceso y el deceso. La sombra y la sombra de la vaciedad.
En la radio, en la red y fuera de la red, en Caritas, en Médicos sin Fronteras o en la tendencia de la multicaridad se siembra la luminosa acción de auxiliar al otro. Solo en las guerras o las inmediatas posguerras se ha conocido un efecto parecido al que ahora cunde por toda España o Grecia, Irlanda o Portugal.
Hay protestas, pero se disuelven en las aguas amargas de la cólera efímera
Vivir atemorizado incrementa la tendencia a la empatía y la agrupación, tanto entre los animales como entre los seres humanos. La riqueza diferencia, conlleva distancia, distinción, mientras la pobreza aglomera a la muchedumbre bajo el mismo tufo de privación. El amigable olor penoso de la misma especie.
Nunca la solidaridad, la idea de cooperación y el sentimiento de culpa han crecido, por tanto, con tanta intensidad. La reducción del consumo suntuario entre los más pudientes —que ahora se contienen empáticamente en el lujo o en las compras de arte— tiene que ver con esta clase de imantación paupérrima. Cuando el país es comunitariamente más pobre aumenta la igualación de barriada y, con ella, la idea de curativa de la vecindad.
¿La independencia de Cataluña o de Ciudad Real? Nunca una reivindicación separatista resultó más grotesca y tan ajena a lo real. Todo caso de este tipo, sea del carácter que sea, denota síntomas de una neurosis suicida o un delirio institucional o cerebral. Lo que no es del todo extraño contemplando la esquizofrenia del conjunto político-social al que hemos llegado sin apenas darnos cuenta y empeorando mes tras mes. Porque otro factor en perspectiva, pero ya evidentemente activo, es el creciente descrédito de toda autoridad. Y tanto más cuanto la autoridad se relaciona con la exigencia de su distinción retórica, sea nacionalista, salarial, condecorada o no.
El ridículo o el escándalo acompañan a todos aquellos casos en que la llamada autoridad pretende investirse de púrpuras identitarias, viajar enbusiness o aumentar su cualificación gracias al AVE y la pompa volátil en general.
La totalidad del estamento autoritario arde hoy por sus cuatro costados y gracias al incandescente cinismo de la muchedumbre, excitada de antemano por la sofocante hoguera del poder.
Nada que sea vertical, jerárquico o impositivo puede ya consentirse o tragar con relativa facilidad. La gente, por mano de la reiterada injusticia de esta Gran Crisis y el ejercicio diario de las redes sociales, no acepta la arquitectura piramidal y sí, en cambio, la habitual y creciente vida en horizontal de la precariedad compartida. Odia en fin, la píldora y acepta consuetudinariamente el puré.
En la radio, en la red o en Cáritas se siembra el auxilio a los demás
De esto mismo deriva que, desde el Tribunal Supremo a los parlamentarios, desde el ministro de Educación al de Sanidad, todos se hallen cuestionados y a punto de perecer simbólicamente a causa de su arrogancia salvífica y, al cabo, tan ridícula como fatal.
La ciudadanía asustada y aplastada ha compuesto una pasta venenosa donde, tarde o temprano, van muriendo los barrocos gestos de autoridad. Lo privado, en sanidad o educación, en energía o en agua potable, es lo opuesto a la ley de la comunidad. El público ya no traga más relatos infantiles cuyo moral dulzor ha colmado su aforo de ingenuidad.
Porque dos relatos principales han sido los best seller de esta Gran Crisis. Uno es aquel que hace culpable de esta hecatombe a la actuación de los malvados. Tipos avariciosos y estafadores, que han robado los ahorros de la población, sea a través de las trampas preferentes o mediante todas las prevaricaciones bancarias aunadas al humus de una democracia en descomposición. Este relato de malos, al modo de un cómic, comporta un pensamiento religioso que explicaría el gran delito de la burbuja como un soplo diabólico, un desafío ante la respiración transparente del mismo Dios.
Pero Dios, como juez económico supremo y emperador del mundo, habría desencadenado su ira contra este delito que, en su extremo, no sería sino una directa profanación del espejo divino. El espejo o la luna del dormitorio donde habita, día y noche, la silente figura de Dios.
Solo en guerras o posguerras hubo un efecto parecido de multicaridad
Pero hay, además, otro relato más, difundido entre la población española que obtiene su ascendencia en la estructura el cuento infantil. Alguien, como la madrastra de Blancanieves representada por la señora Merkel, nos impide obtener la dicha de una recuperación castiza y familiar. Merkel, como horrenda y extraña figura del Anticristo, señalaría la cercanía de un Apocalipsis al que la población otorgara su anonada pasividad.
El año 2013 habrá superado la profecía terminal de los mayas pero encerraría en la suma de sus números un maldito 6 (suma de sus cifras unitarias) que remite al compuesto numérico de la Bestia del Apocalipsis de San Juan. La Bestia, designada con el número 666, representa al nombre de Nerón porque el nombre de Nerón César es igual a NRWN QSR respecto a cuyas siglas, en los abecedarios griego y hebreo, la N ocupa el lugar 50, la R el puesto 200, la letra W el 6, la N el 50, la Q el 100, la S el 60 y la R el 200, hasta formar el 666 con que se alude al diablo mismo. Y 2013, sumado número a número arroja un fatídico resultado de 6. El principio de la Gran Destrucción.
No hay, por tanto, que extrañarse demasiado de las cábalas. 2013 puede ser un año apocalíptico o de inflexión crítica, ponderado así por muchos analistas. El año del “doloroso progreso” o el año del dolor del progreso en su peor opción hacia lo mejor. El mismo progreso, sea a través del “progreso decreciente” o “crecimiento negativo” vienen a ser la diabólica meta de la evolución de la que partiría el tiempo de la larga Parusía posterior.
Evolución social en metamorfosis, porque, así como en el ciclo del gusano de seda fuimos una vez mariposas especulativas, ingrávidas y volanderas, ahora somos larvas reptantes apegadas al suelo como al borde empedernido de la sepultura.
El año que comienza puede ser apocalíptico o de inflexión crítica
¿La muerte? Esa idea había casi desaparecido de la historia del aún breve siglo XXI. Así como el siglo XIX fue explícito respecto a la muerte (plañideras, corros y lloros en torno al lecho del moribundo) fue en el sexo una perfecta excavación. Por el contrario, el siglo XXI fue explícito con el sexo en todas de sus versiones y muy recatado, sin embargo, con la muerte en cualquier manifestación.
El sexo, de hecho, se halla hoy por todas partes (o en ninguna) mientras la muerte es una esquela sin demasiada dimensión. El sexo ha sido liberado incluso del tabú del incesto en nuevas series televisivas o en el cine mientras la muerte permanece celada en los hospitales o consolidada en los birriosos tanatorios del extrarradio.
Ahora, sin embargo, con la Gran Crisis esa muerte marginada reaparece como una venganza capital. No solo hay muertes masivas en los colegios de primaria norteamericanos, sino muerte a granel en los países islámicos, muerte en las parejas románticas o muerte en las casas desahuciadas, tanto en los ancianos esquilmados como en la economía general. Muerte que no deja entrar en los ambulatorios a los pobres moribundos sin papeles y muerte lleva su agonía a los presupuestos de los hospitales, los quirófanos y la investigación.
La muerte regresa ahora, dos siglos después, con su imperio absoluto y como el hermoso paralelo de la crisis llamada sistémica. Porque no se trata ya de una crisis financiera, ni económica, ni de Bretton Woods o de toda su parentela liberal. Esto es la crisis de la vida social y personal. La perspectiva de un mundo que, mediante la muerte física o simbólica, ha regresado hasta años atrás para replantearse la flecha del tiempo y, para recobrar, gracias a Dios, el sentido de la vida comunitaria. Tan feliz o desdichada como humanitaria. Finita y perdurable con riqueza o sin ella en la voluntad de una nueva razón de ser.

En ese momento, la explosión de ira es igual a la de Los Miserables de Víctor Hugo, La fertilidad del miedo

La fertilidad del miedo

En vez de llevar a España a un estallido social, la crisis refuerza los lazos comunitariosAnte el descrédito de todos los poderes, más cercanía al vecinoEl miedo es la mejor manera de control a distancia. Ahora toca la GRAN EXCLUSIÓN: http://cort.as/32qB . La solidaridad ocurre hasta un punto concreto, de hay se pasa a la violencia y finalmente a la generación de comunidad (por considerar insoportable la violencia) La generación de comunidad es la única salida viable, de las dos posibles al tercer paso del colapso de una sociedad: el derrumbe del estado: http://cort.as/2RPn . Entre todos debemos decidir que futuro queremos. Si quieres saber que OCURRE REALMENTE te recomiendo encarecidamente leer este blog escrito (en su mayoría) por un científico del CSIC: http://cort.as/2XXl

Digo lo que se dice en plan chiste pero en mi caso es verdad: a mi no me mires, yo no les vote. El PP se beneficio de un programa que no ha cumplido(osea, miente), de que mucha gente creía en la derecha está el dinero y crearán trabajo(ilusos) y sobre todo: una desastrosa dirección del inicio de la crisis por Zp y sus gobiernos, donde aún colean ministras de la vivienda diciendo de los hipotecados que no se hubieran endeudado o como Elena Salgado, forrándose en una eléctrica después de haberse fumado los brotes verdes que sólo vio ella.
si a la gente le quitan los 400 euros, seguro que algo pasa, seguro que la violencia común aumenta, seguro que la gente no aguantaria ni un minuto más las tonterias que se leen en los periodicos, radio y tv, seguro que empezarián a tener miedo políticios y emprearios, seguro que vuelve a resurgir un terrorismo de clase apoyado y animado por las clases populares, seguro que la Derecha, PPsoe, se encargarán de criminalizar todo, o a todos los que se salgan del tiesto.
El miedo, Instalado en lo más profundo y antiguo de nuestro cerebro para protegernos de los depredadores y que nos hace estar alerta, inconscientemente, ante los peligros de la vida. El miedo, creador del conformismo insolidario y de los más variados disimulos. Gracias al miedo sobrevivimos como especie y somos capaces de enfrentarnos a él, dominarlo y avanzar. El dinero miedoso, cobarde y traicionero, que huye y se refugia en islotes lejanos ante la inacción de la bien pagada, por ese mismo dinero, clase dirigente, dando igual que esa clase se encuentre en Washington D.C, o en Beijing. Ese es el miedo que nos atenaza y humilla porque no queremos o no sabemos enfrentarnos, aún, a él. Excelente artículo. http://cort.as/2KMd
Sorprende, es cierto, que no se haya producido el estallido social. Pero, más allá de cómo evitar que se produzca, lo verdaderamente necesario es cómo salir de esta. Y para ello la única esperanza (salvo un nuevo mesías) es que la sociedad civil se organice, coja auténtico protagonismo e impulse un gran cambio. Una primera señal es el crecimiento de la solidaridad. Pero detrás han de venir otras. Hay ideas: http://cort.as/2Ma2

lunes, 31 de diciembre de 2012

Pues ya sabes donde tienes la tierra prometida...



No hay manera de encoger una ciudad

En Detroit, con 800.000 edificios vacíos, se han demolido rascacielos clásicos ¿Qué hacer cuando una urbe pierde gran parte de su población? El deterioro atrae a jóvenes creadores


21,4 crímenes por cada 1.000 habitantes en 2011, desempleo es oficialmente del 18,1% (aunque el índice real de paro alcanza el 50%) y un 36,2% de los residentes viven por debajo del nivel de la pobreza. Un 47% de la ciudadanía es, además, analfabeta. Dentro de poco en España tendremos zonas así

De megalópolis a jungla semiurbana, desde sus días de gloria automovilística, la ciudad de Detroit ha perdido el 63% de su población. El espacio geográfico sigue siendo el mismo: 359 kilómetros cuadrados que corren una suerte desigual. En algunos puntos, la naturaleza reclama lo que es suyo, y reforesta, salvaje, manzanas enteras. Hay en Detroit 800.000 estructuras vacías, la mayoría en estado ruinoso. Los esfuerzos de recuperación, privados y públicos, se concentran en algunas áreas reducidas, que se hacen atractivas para los residentes, afeando aún más los barrios depauperados. No hay un plan maestro. En la historia del urbanismo, mucho se ha escrito de ampliar centros urbanos, pero poco hay sobre el fenómeno del encogimiento de ciudades.
“Detroit no es hueso desnudo”, declara una pintada en un muro de la ciudad. 
Es una historia común en el Medio Oeste norteamericano, zona de fríos inviernos donde lo que en su día atrajo a los pobladores fue el auge de la industrialización. Así se expandieron Cincinnati, Cleveland y Pittsburgh. Del mismo modo cayeron después de la Segunda Guerra Mundial y la década de los cincuenta. Menos fábricas y menos oportunidades de trabajo conllevaron menos población. En Detroit, muchos empleados de las factorías de coches emigraron a acaudaladas localidades en las afueras. Se produjo, además, un éxodo blanco después de los disturbios negros de 1967, para cuya contención el presidente Lyndon B. Johnson llegó a movilizar al Ejército.
“En la reducción de ciudades no hay modelos exitosos en EE UU, en parte porque hemos sido muy lentos a la hora de admitir este desafío, y en parte porque un cambio sustancial llevará mucho tiempo en culminarse”, explica Shetty Sujata, profesora en el Departamento de Geografía y Planificación de la Universidad de Toledo, en el Estado de Ohio. “Siempre se habla de ofrecer incentivos a los ciudadanos para que se muden de áreas menos pobladas de una ciudad, a otras zonas con más densidad de habitantes, para ahorrar en los gastos de servicios municipales”. Esos intentos, sin embargo, han resultado por lo general fallidos. Los ciudadanos que quedan suelen resistirse a mudarse. Y la ley suele estar de su lado.
Un simbólico dólar es el precio común de una casa en determinadas zonas
En el pasado medio siglo no ha habido fondo que Detroit pudiera tocar. En el último censo, de 2010, se descubrió que la urbe había perdido aun otro 25% de la población en una sola década. No hay comparación posible en toda Norteamérica a esa despoblación, más allá de las masivas evacuaciones de ciudadanos en Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina. En el censo estadounidense de 1950, la ciudad contaba con 1,89 millones de habitantes. Según el de 2010, residen entre sus límites municipales 706.585 personas.
“El descenso de la población en una ciudad presenta muchos desafíos”, explica Justin Hollander, profesor de Políticas Urbanas y Medioambientales de la Universidad de Tufts. “Cuando una ciudad deja de crecer, se generan graves problemas. El aparato gubernamental deja de estar equipado, no puede prestar servicios, porque la base de aquellos que pagan impuestos se reduce notablemente. La ciudad se convierte en un lugar menos apetecible para vivir”.

España S.A.




El patrón de la crisis, que pagamos los ciudadanos, se repite: un conjunto de agentes económicos se endeuda al límite, maximiza beneficios y lo que después se demuestre inviable ya será un problema político




Haré las reformas necesarias me cueste lo que me cueste. Haré lo que tenga que hacer aunque sea lo contrario de lo que dije. En tiempo de crisis hay que recortar; es lo que hay que hacer”. Desde mayo de 2010, llevamos asistiendo 30 meses, entre atónitos, indignados y hastiados, a un hilo continuo de declaraciones de los máximos responsables del país, con un claro mensaje conductor: no hay más remedio. El martilleo de solemnes declaraciones posibilistas nos recorta subliminalmente el derecho a pensar y entender, a discutir respuestas de fondo a preguntas fundamentales. Si era un proceso tan insostenible ¿cómo afluía a espuertas el dinero delboomeconómico? ¿A tapar qué agujeros va ahora destinado el dinero del rescate bancario?
El dinero de la burbuja fue durante años una suerte de maná con que la globalización financiera parecía haber puesto sus complacencias en España. Si observamos un globo terráqueo e imaginamos un balance de dinero mundial, encontraremos dos grupos: por un lado países que acumulan riqueza y, por otro, países que acumulan deudas. Los primeros tienen una balanza comercial y de beneficios repatriados con saldo positivo, y generan un ahorro que desean mantener invertido; al otro lado del balance, se sitúan los países que desean gastar más del ahorro que tienen, y recurren a préstamos con los primeros. Para dar una idea, en 2008, pico del ciclo económico, los países generadores de ahorro acumularon un saldo positivo de más de 1.000.000 millones de dólares (15 veces más que una década antes); de ese ahorro, aproximadamente un tercio correspondía a los países petroleros, un tercio a China y un tercio a Alemania y Japón. Eran suministradores de dinero a la economía global, el cual se dirigía, en cifras redondas, en un 80% a nueva deuda en Estados Unidos, y en un 20% a nueva deuda en la ahora llamada Europa periférica. Solo en 2008, por ejemplo, España aumentó su deuda global neta, suma de privada y pública, en 150.000 millones de dólares.
¿Por qué nadie hizo nada si era evidente que el riesgo hipotecario doblaba el de países comparables?
Para mover los billones del ahorro global que crecía vertiginosamente hacia nuevas deudas, y mantener a plena circulación la savia de las transacciones económicas, la banca internacional disparó su peso en la economía mundial, su volumen de negocio y su capacidad de atraer con altos salarios a cráneos privilegiados, para que conjugasen con nuevas fórmulas la aversión al riesgo de los inversores y el ansia de riqueza de los financiados. La efervescencia del sistema financiero internacional creó todo un sistema de burbujas conectadas: cualquier entidad bancaria aspiraba a captar la mayor deuda posible (pasivo) y conceder el mayor crédito posible (activo) para crecer en tamaño. Aguas abajo de los bancos, una generación de directivos empresariales se acostumbró a encontrar fácil financiación a cualquier proyecto; una generación de políticos se acostumbró a que la economía ya no consistiera en la gestión de recursos escasos, sino perpetuamente crecientes. Eran tiempos en que el alcalde de una gran ciudad española podía jactarse de que acometería en cuatro años obras que sus antecesores no habían hecho en 20; en los que, según declaraciones recientes del presidente de una gran constructora, se vivió una trepidante locura colectiva en el mundo empresarial español.
¿Cómo pudo llegar a sobrefinanciarse de forma tan brutal la economía española, si nuestra pertenencia al euro fijaba un límite a la deuda pública, que las Administraciones cumplieron? El gran dinero siempre encuentra fórmulas. Empezó, por ejemplo, privatizando la deuda de las inversiones públicas: una constructora muñía la financiación de un bien público (autopistas, hospitales) en concesión, a cambio de un canon anual, de forma que la deuda se transfiriese al balance de la empresa explotadora (que obtiene el beneficio, mientras transfiere el riesgo: si hay sobrecostes o ingresos menores de lo esperado, el presupuesto público corre con subir el canon o u otorgar nuevas vías de ingresos). A la vista está también cómo los errores de la gestión privada en el sector bancario deben ser asumidos por la sociedad. En otro orden, los excesos de capacidad en sectores como la electricidad, liberalizados, se traducen en mayores tarifas del servicio público. Un patrón se repite: un conjunto de agentes económicos se endeuda al límite, maximiza beneficios en lo alto del ciclo, y lo que al tiempo se demuestre que era inviable, entonces ya será un problema político.
Las raíces del boom and crash hipotecario están bien documentadas. Las entidades bancarias españolas solo financiaban con la base de depósitos de sus clientes el 20% de las hipotecas concedidas (en Francia o Alemania, el 80% de las hipotecas están financiadas sobre depósitos). Del 80% restante de financiación externa a hipotecas españolas, un 30% correspondía a un producto estándar que transfiere el riesgo al inversor extranjero; el 50% restante, en cambio, era financiación mayorista (menos del 20% en cualquier otro gran país del euro). La financiación mayorista es rotativa, sobrecolateralizada y senior, a saber: son préstamos que se deben devolver y renovar en plazos de pocos años, exigen al banco sobreavalar con lo mejor de su activo el préstamo, y tienen prioridad máxima de cobro sobre cualquier financiador. Así, los tenedores de financiación mayorista, en caso de problemas, tienen a la entidad española “cogida”: cuando llega, por ejemplo, el final de un préstamo de cinco años (con el que la entidad española ha financiado hipotecas de 30 años), si la entidad no puede devolver el principal, el acreedor tiene derecho a quedarse con lo mejor de su cartera de créditos, lo que la dejaría con mayores dificultades para hacer frente al resto de sus financiadores, bonistas o accionistas, que huyen despavoridos. “Los mercados están cerrados”.
Han faltado mecanismos democráticos sanos que hicieran de contrapeso del poder económico
Lo que viene ocurriendo en España desde hace 30 meses se puede describir como una cadena de fórmulas para mantener el sistema bancario con una respiración artificial de créditos puente del BCE, mientras los hombres de negro examinan préstamo a préstamo la situación de cada entidad y se negocia a qué ritmo socializar las pérdidas y reprivatizar los fragmentos sanos. Con sus créditos temporales, el BCE pone un cordón sanitario a los agujeros de bancos y cajas españoles para que no afecten en cadena al sistema internacional: las entidades españolas van cancelando préstamo mayorista exterior por anticipado con el dinero del BCE, y quedan endeudadas con este, erigido en el director de facto del sistema financiero español.
¿Por qué nadie hizo nada, si debía de ser evidente a ciertos niveles que el riesgo hipotecario doblaba o triplicaba el de países comparables? Según el gobernador actual, el Banco de España planteó medidas para frenar la expansión del crédito, pero el lobby bancario las rechazó de plano, aduciendo que le situarían en desventaja frente a competidores internacionales. Cabe imaginar los motivos de los directivos bancarios para desbordar cualquier límite de riesgo: lo hacía todo el mundo, los resultados eran estratosféricos y resultaba tan fácil captar dinero exterior que, si alguna vez venían mal dadas… ese día el problema ya no sería de la entidad, sería del país.
Al ciudadano común le queda la sensación de que han faltado un poder político y unos mecanismos democráticos sanos que hicieran de contrapeso al poder económico. Un país puede verse al menos de dos formas: como una zona de negocios única, España, SA para entendernos, con centros de decisión sobre impuestos y gastos identificables; y como una sociedad que comparte unos valores y avanza por un camino común. Estamos pagando crudamente la sedación de esta segunda España, en los años en que el dinero fresco distorsionó la noción del mérito y difuminó el hábito de explicar públicamente nuestras opciones. No toda decisión puede reducirse a conveniencias económicas, tan manipulables; mucho menos tras la evidencia de cómo aquello que generó nuestra prosperidad a corto plazo la estaba destruyendo a largo. “Lo que hay que hacer” es hablar más de lo justo y lo injusto, de lo que pasó y no debe volver a pasar nunca, de aquello que construye una sociedad mejor y acerca las decisiones y la rendición de responsabilidad a los ciudadanos, y aquello que no. El masivo rescate bancario podría haber marcado la caída en desgracia de cierto prepotente liberalismo celtibérico: si se consagra, en cambio, el desprestigio de la vida pública, habrá ganado su mayor batalla.

"Independiente siempre, imparcial nunca".El año del fin del mundo




Los mayas tenían razón, pero el fin del mundo va llegando con mayor lentitud de la prevista. Hemos visto algunas señales del Armagedón durante los últimos doce meses: la historia fue un caballero pálido que traía el infierno adentro, mientras se precipitaban al averno todas las conquistas de la socialdemocracia y el becerro de oro se transformaba en un dragón sin San Jorge.
El primer jinete de nuestro capítulo sexto del Apocalipsis es la victoria. O sea, el triunfo del capitalismo salvaje, cuyo mayor templo español se llama Eurovegas, en donde las leyes humanas se subordinan a las divinas, a mayor gloria de los herederos de Bugsy Siegel. ¿Qué mayor libertad que la de los gangsters? Ya nadie habla de Gurtel y el caso Noos es un incordio que lleva estropeando ya dos navidades a la familia real, por lo que no puede extrañarnos que el rey vaya por ahí matando elefantes para desahogarse de tanta inquina. Y es que nadie entiende la alta política, como bien nos dejó dicho el monarca en su mensaje de Navidad. Gloria en el cielo a las clases de religión que sustituyen a las de ciudadanía como la sharía revoca en Egipto a la primavera árabe; pruebas palpables, en ambos casos, de que la biblias y los coranes siempre reinarán sobre las constituciones más o menos laicas y los colegios más o menos públicos. Las leyes mandan sobre la justicia, sometida a la tasa que puedan pagar los mejores postores. Los impuestos no sirven para obras públicas sino para bolsillos particulares.
La guerra cabalga sobre el segundo caballo. A la de Libia, que cada vez se entiende menos, uniremos la de Siria y galoparemos sobre el norte de Malí, atravesando el Sahel, para que Estados Unidos reorganice a su gusto el mapa de Africa, aunque sea incapaz de ordenar sus propias finanzas en un duelo a muerte ajena entre demócratas y republicanos. Hay otras guerras de las que no se habla, la del feminicidio que no cesa aunque el Gobierno español haya suprimido heroicamente la oficina de ONU Mujeres en España. La de Afganistán, aunque no se sepa muy bien qué pintamos allí a estas alturas. Pero sobre todo la de los con todo contra los sin nada, las de los bancos mundiales, fondos monetarios y otras baterías acorazadas contra la infantería ligera de la gente corriente que cree que disfruta de libertad pero vigilada.
El hambre –en la tercera montura– no sólo es la sopa boba, el pan nuestro de cada día en donde, como nos regalaba Maruja Torres en una estampa navideña, nos damos cuenta de que la clase trabajadora no tiene trabajo, la clase media no tiene medios y la clase alta no tiene clase. Vamos hacia un limbo de precios en euros y salarios en pesetas. La Santa Madre se obstina en no pagar el IBI pero la pompa del Vaticano no llega a Caritas, el poder del Opus, de los Legionarios de Cristo y de los Neocatecumenales no alcanza a la parroquia degradada de San Carlos Boromeo, en Madrid, o a los comedores parroquiales, a los albergues de una iglesia que no tiene demasiado que ver con la de Rouco Varela. El hambre también es un continente comprado por un gobierno, una trasnacional o un millonetis para convertirlo en un almacén de víveres con los que especular cuando escaseen, como si todo el mundo termine siendo de repente la región de los Grandes Lagos.
La muerte llega en cuarto lugar, a trote lento. Empieza suprimiendo la asistencia a los inmigrantes y termina privatizando la sanidad de todos. Habrá infartos con visa y otros con derecho a entierros de por Dios. Hemos empezado matando a la cultura y la nueva Ley de Costas estrangula al medio ambiente. Pero aún queda mucha faena por hacer. Tendremos que acabar con la política, que históricamente ha sido el único antídoto contra la muerte de la esperanza. Mientras los grandes partidos se suicidan, no parece que los pequeños resuciten fácilmente. Cualquier botarate se creerá un mesías, un jesús gil, un mario conde, nos prometerá la vida eterna y se la compraremos con votos. También condenaremos a la cámara de gas a la utopía: el futuro será sólo contante y sonante, bancos malos, preferentes, pelotazos de unos cuantos sobre una inmensa mayoría de pelotudos; dinero público para fortunas privadas, infortunios colectivos sin presupuestos generales. El gobierno anuncia que seguirá matando lentamente con su canción a los funcionarios y a los pensionistas les queda todavía una nueva vuelta de tuerca en su garrote vil. Los trenes de media distancia descarrilarán en vía muerta, antes de que la red española de ferrocarriles sea privatizada e Iberia termine vendiendo excursiones en parapente.
Dicen que los mayas presagiaron el fin del mundo, pero no nos precipitemos a presentarle una demanda por publicidad engañosa. Dejémosle hacer su trabajo. Mariano Rajoy y Angela Merkel saben perfectamente como hacerlo. No en balde, llevamos mucho remando en la dirección correcta. Hacia las cataratas del juicio final. El 2013 es, desde luego, un número interesante... agrego que a a las "Fuerzas del Orden" se les ha dado via libre para cascarnos como mejor plazca al "Sistema". De RAE, Orden, "colocación de las cosas en el lugar que les corresponde". 
Las carceles seguirán vacías de tanto estafador bancario, haciendo lugar para los antisistema, mientras que el sistema se apresura a sacar de ellas a los Carromeros, y a mantener en ellas a personas como Alfonso Fernandez, preso desde el 14 de Noviembre.

Comentarios del fin del mundo



Nuestra verdadera pesadilla sería;un mundo gobernado por tipos que hubieran hecho creer a la gente que ellos no eran políticos. Franco, por cierto, era uno de ellos. 
Por ese caminito va la señora Cospedal y su decisión de suprimir el sueldo de los parlamentarios manchegos. Creo que es un grave ataque a la democracia que,así, ha empezado a ser privilegio de las clases altas y de adinerados.
A ver, hay una falsedad dentro de la verdad, o al revés si lo prefieres. O quizás es a éso a lo que te refieres... verdad ??
No es que no queramos políticos, horror pavor pánico sarpullidos y alergias da pensar (como bien dices) en el pais regido por no-políticos, nooo, de "ésos" con sus métodos y resultados tenemos ya sobrada experiencia... No, nooo, no queremos echar a LOS políticos, ni mucho menos !!
Lo que queremos echar (ya, bien lejos, y para siempre) es a
- ESTOS sucedáneos de políticos, 
- ESTOS políticuchos corruptos e ineptos de tres al cuarto, 
- ESTOS antilíderes hipócritas y fariseos, 
- ESTOS mequetrefes sicarios de la iglesia y su poder, 
- ESTOS timadores y ladrones de dignidad y esperanza....
No queremos echar a los políticos, lo que queremos es echar a ESTOS POLÍTICOS, para siempre !!!!
Que NO es lo mismo, ni siquiera parecido, hay MUCHA diferencia... mucha más diferencia de la que tú dices que hay entre motivos y razones.
Por que, como en todo, NO son todos iguales, NO: hay políticos muy malos, malos, mediocres, regulares, buenos, muy buenos... y hasta excelentes. 
Sólo se trata de tirar a la basura a ESTOS muuuy malos, para poner a los buenos, muy buenos, y si es posible hasta a los Excelentes.

Acertado y lúcido. Decíaa Hobbes, que es el estado una necesidad para el hombre, que consideraba a este un lobo para sí mismo a no ser por la existencia de ese mismo estado que nos rie, gobierna y dirije nuestas vidas; pues, de no ser así, acabaríamos todos contra todos. Pero, en este siglo XXI, el estado se está convirtiendo en el mismo lobo "democrático" para el pueblo, es decir, para la gente que quiere vivir dignamente, que se esfuerza en ello y que no habla el mismo lenguaje que el de los políticos. En efecto, ese es nuestro principal problema, hoy, que el político se ha alejado por completo de las personas y mira sólamente lo suyo propio en persecución de su propio progreso y bienestar social. De hecho, el único que hoy progresa en nuestra social España, es el político; pues, incluso los médicos, los investigadores, los profesores, los mismos funcionarios, el trabajador, todos en absoluto, estamos viendo mermadas nuestras profesiones y la posibilidad , por consiguiente, de una vida digna. Excepto, el político que ya la obtiene por vitalicia. Ese es nuestro problema y el de todos; es decir, un problema político
.Define Aristóteles al hombre como Zoon Politikon (animal político) con ello quiere decir que es en la política donde el hombre se realiza fundamentalmente, y lo hace mediante la práctica y el desarrollo de la libertad. La política no es todo en la sociedad pero sí incide directa o indirectamente en todo. Por su parte la filósofa Haanah Harendt considera que donde hay dos, ahí ya hay política, -porque habrá que organizar el poder al servicio de la libertad- opino yo; esta realización de las libertades tiene como cauce para hacerlo, el sistema político democrático, esto es, la participación en su triple dimensión como principio representativo, como principio electivo y como principio divisorio del poder. La Democracia sin embargo en Occidente en general, y sobre todo en gran parte de Europa y en España se ha configurado en organizaciones con estructuras de partido que han devenido en Partitocracias, lo cual ha deformado la práctica y el concepto de la Libertad al restringirlas e incluso llegando a eliminar la Libertad Política. La consecuencia de esta restricción o negación de la Democracia está teniendo resultados frustrantes, tanto para la Libertad como para la Democracia y la Política mismas ya que se ha creado un bache de sentido en los ciudadanos que en gran parte no solo pasa de la política, sino que ha llegado a considerar la Democracia, ¡¡la Democracia misma!! como la causa de muchos males (Crímenes de Estado, corrupción, ausencia de Libertad Política, terrorismo, paro, insolidaridad, desigualdad social, crisis económica, etc). Frente a esta situación, es urgente recuperar y llenar de significado positivo ese bache de sentido al que hacía referencia anteriormente, de modo que los ciudadanos vuelvan a creer en la Democracia y la Política misma; y mas aún, para que descubran la LIBERTAD POLÍTICA que nunca les fue permitida, y que además, estos ciudadanos, puedan ofrecer su adscripción participativa, activa e instituyente a la política. Las reglas de juego necesarias para todo ello: 1º.- Separación de Poderes en origen (Elecciones separadas para elegir al Gobierno, al Parlamento y el Gobierno de los Jueces). 2º.- Principio representativo de la sociedad en las instituciones del Estado y en la Nación (Elecciones por el sistema mayoritario y a doble vuelta, tanto para el Jefe del Estado o Gobierno como para los Diputados de Distrito; tomando como distrito para el Jefe del Estado ó Gobierno, el de toda España y como distritos para los Diputados, las comarcas de unos 100.000 a 120.000 habitantes). En resumen, cambiar el actual régimen de poder basado en la integración de los partidos político en el Estado por un sistema democrático con partidos políticos en la sociedad civil y política, y donde sean los ciudadanos quienes puedan elegir y deponer a sus representantes y gobernantes. Necesitamos pues un periodo de Libertad Constituyente para llenar este bache de sentido, para traer la POLÍTICA a la sociedad, para dignificar la POLÍTICA. Para conquistar la Libertad Política y la Democracia.