A
muchos consumidores nos encanta alargar al máximo la vida de los objetos,
incluido el coche.Pero la verdad
es que hoy en día los coches nuevos consumen menos combustible que los antiguos
y contaminan también mucho menos. Desde mediados de los noventa en España se
suceden una serie de planes de ayuda a la renovación del automóvil, desde el
Plan Renove hasta el Plan 2000 E. Se crearon con el objetivo de impulsar el
sector automovilístico estimulando la demanda. Lo cierto es que los planes más
recientes se han promocionado como potentes herramientas también de ahorro
energético y cuidado ambiental puesto que los coches nuevos consumen menos
combustible. El IDAE (Instituto para la Diversificación y ahorro
de la Energía) calcula que el ahorro energético asociado al último plan (PIVE2)
rondará los 78 millones de litros de combustible al año (262.000 toneladas de
CO2/año).
Sin embargo el consumo de energía de un vehículo en circulación no es el único factor a tener en cuenta. Hay dos más muy significativos: la edad del coche que se sustituye y la cantidad de kilómetros recorridos.
Sin embargo el consumo de energía de un vehículo en circulación no es el único factor a tener en cuenta. Hay dos más muy significativos: la edad del coche que se sustituye y la cantidad de kilómetros recorridos.
Más allá de lo que consume un coche mientras circula,
hay que considerar el consumo energético en la fabricación y el mantenimiento de
un vehículo, así como en la gestión del desguace y el reciclaje de sus partes,
una vez fuera de circulación. El Análisis del Ciclo de Vida tiene en cuenta los
impactos de un producto desde la
cuna hasta la tumba. Deberíamos preguntarnos por lo tanto en qué punto se
compensa el menor consumo de combustible de un vehículo nuevo con el gasto
energético derivado de su fabricación y reciclaje. Un equipo del Centro de Investigación de Recursos y Consumos
Energéticos de Zaragoza ha intentado responder a esta incógnita. Su
estudio concluye que si tomamos el caso de unvehículo que recorre 15.000
kilómetros al año, sustituirlo por uno nuevo sólo es energéticamente rentable si
tiene al menos 20 años de vida, en el caso de los diesel, y 22 si es de
gasolina.
Algunos planes Renove incluyeron la condición que los
coches a sustituir tuviesen una edad mínima (15 años en el Plan VIVE – o bien
250.000 kilómetros recorridos- y 10 años en el plan 2000E y PIVE 1 y 2). Es
decir, incorporaron la lógica de “más vale sustituir los coches más viejos”
aunque se quedan cortos.
Pero más importante que
todo esto en el fondo es cuánto utilizamos el coche.
Es decir, si lo que ahorramos de gasolina por kilómetro lo utilizamos en
circular más kilómetros y más rápido, estamos en las mismas o incluso peor. Los
descensos en las emisiones por kilómetro recorrido tienden a ser absorbidos por
el aumento del uso del vehículo y por el aumento de la cilindrada media o por el
peso medio de los coches que compramos (cuanta más cilindrada o peso, más
consumo de combustible).
Gracias a la reducción general de consumo/kilómetro,
ahora “nos permitimos el lujo” de comprarnos coches más potentes o más grandes;
antes “no podíamos” porque gastaban demasiado. Este fenómeno se conoce como efecto rebote. Según la Agencia Europea del Medio
Ambiente, los kilómetros recorridos aumentarán en los
próximos años entre un 10 y un 30% por el hecho de que los coches
gastan menos combustible por kilómetro.
Por lo tanto una renovación indiscriminada del
parque automovilístico no
sólo no reduciría el impacto
energético y medioambiental global del coche, sino que lo aumentaría; y pasaría lo
mismo si nos acostumbramos a utilizar más el coche “gracias al hecho que ahora
gasta menos”. Es decir, un mensaje simplificado como “cambiar el coche por uno
que gaste y emita menos es bueno para el medio ambiente” nos conduciría a
conclusiones sesgadas. La inclusión de criterios mínimos de edad en los dos
últimos planes evita la renovación indiscriminada y, por lo tanto, es un paso
importante hacia una mayor efectividad ambiental de los planes Renove. Sin
embargo, parecería que este umbral tendría que subir en el futuro y no bajar,
como ha sucedido. Sirva como ejemplo el efecto rebote en los coches para
recordarnos que la solución a nuestra insostenibilidad necesita de
avances tecnológicos pero no será ni mucho menos suficiente. Hacen falta cambios
de hábitos, de leyes y valores.