miércoles, 25 de enero de 2012

todo tiene consecuencias


todo tiene consecuencias
Maranatha: Rusia: La posibilidad de una guerra entre EEUU e Irán es real
Rusia considera real el peligro de una guerra entre Estados Unidos e Irán, declaró el secretario del Consejo de Seguridad de Rusia (CSR), Nikolái Pátrushev. "Existe la posibilidad de escalada mil...
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*LOS COMPLEJOS DE LA DERECHA PAGANA* Eulogio...

 

LOS COMPLEJOS DE LA DERECHA PAGANA
Eulogio López

El nombramiento de la abortista Carmen Vela como secretaria de Estado de Investigación asombra hasta en Wall Street.

Los nombramientos progres del Gobierno Rajoy sólo se entienden como el desprecio habitual del PP hacia el voto católico, al que considera cautivo.

Mi amigo financiero es norteamericano de origen español –su madres es aragonesa-, e intermediario bien conocido en Wall Street. Se define a sí mismo como especulador, y tan ateo que no sólo niega a Dios, sino que, puestos a no creer, reniega hasta de la ley natural. Para mi amigo sólo existe el consenso social sobre lo justo y lo injusto, un consenso muy parecido al financiero sobre deuda soberana o sobre una multinacional, que se define con una sola: variable.

Y entonces es cuando me sorprende. Hasta sus neoyorquinos oídos ha llegado el nombramiento de la abortista Carmen Vela (en la imagen) como secretaria de Estado de Investigación. Me pregunta quién ha decidido que la ideóloga del aborto zapateril, entusiasta defensora de la utilización de embriones humanos para la investigación, se haya convertido en cuasi ministra de subvenciones a la investigación científica. Le respondo que no tengo ni la menor idea –recuerden que soy periodista- y entonces se lanza en plancha.

Su primer argumento es que en Estados Unidos, pionero en la investigación con células embrionarias, bendecidas con entusiasmo por Barack Obama nada más llegar a la Casa Blanca, ya han descubierto que el troceamiento de embriones no ha servido ni para curar un resfriado y que, encima, para mayor pitorreo de la moral (la moral es una cachonda) provoca rechazos en los pacientes, además de tumoraciones cancerígenos.

Ahora bien, allí, en Gringolandia, es el sector privado el que financia a los laboratorios machacaembriones, por lo que antes de irse directamente a la quiebra, estos matarifes han reconvertido su actividad hacia la investigación con células madre adultas, que no matan a nadie y consiguen éxitos terapéuticos. Ventajas de guiarse por el dios-mercado.

En España, por el contrario, como quien paga es el político, es decir, los que funcionan con el dinero de los demás, el sectarismo homicida del Zapaterismo pervive en el Marianismo, y Carmen Vela tiene la intención de seguir subvencionando los mataderos de embriones sitos en Madrid, Valencia, Barcelona, Sevilla y Granada, todo sea por la ciencia y el progreso médico. Y es que el Partido Popular es derecha pagana y los complejos que genera su incoherencia se llaman Carmen Vela.

Lo curioso es que, apenas un instante después, mi amigo, el especulador, me asegura que no debe cerrase el grifo de dinero público para destripar embriones porque no hayan obtenido éxitos terapéuticos –"eso sería utilitarismo"- sino por el hecho de que no se puede utilizarla al hombre como medio.

Asombrado me quedo, a fuer de sorprendido. Estos desertores de la ley natural no dejan de invocarla a conveniencia cuando proceden… o cuando su conciencia levanta la mano.

En cualquier caso, ésta es la historia de los complejos del Partido Popular, o sea de la derecha pagana española, no menores con Rajoy que con Aznar. Y no denuncio yo, sino un financiero naturalista, pelín calvinista, de Wall Street que no cree en la ley natural pero que la aplica. Y es los especuladores pueden ser codiciosos pero no idiotas, al menos los especuladores con éxito. Porque, claro, cuando Carmen Vela, hoy secretaria de Estado del PP, alumbró la genial idea de que el embrión es un ser vivo, pero no es un ser humano (a lo mejor es una cría de hipopótamo) lo que quería decir era esto: ¿Cómo podemos llamar homicidio a la muerte se algo tan pequeñito como un embrión? Curiosísima línea argumental que nos lleva a concluir que Fidel Castro es un señor mucho más respetable que Teresa de Calcuta, porque era más grande y fuerte que la feúcha y encorvada religiosa kosovar.

Y claro, mi amigo yanqui está dispuesto a creerse los análisis de la agencias de riesgo, pero no una 'grosem chorradem' de este calibre… que es la que propugna el Marianismo, que no viene de María sino de Mariano.

Los nombramientos progres del Gobierno Rajoy sólo se entienden como el desprecio habitual del PP hacia el voto católico, al que considera cautivo.
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martes, 24 de enero de 2012

Lo que el BOE esconde


Luis De Guindos cree que pude seguir robando al obrero como lo hizo cuando estaba en el banco yanki.

Lo que el BOE esconde por Rosa María Artal, 2 enero 2012

No sería más que la mentira diaria del PP, si no fuera tan grave. La vicepresidenta y portavoz no lo contó, naturalmente, pero en el Consejo de Ministros del viernes el gobierno aprobó una ayuda de 103.000 millones de euros a las entidades financieras. “Estos avales no suponen una salida inmediata de fondos, pero sí un aumento astronómico del capítulo correspondiente a pasivos financieros (endeudamiento)”, asegura la Plataforma por una vivienda digna que ha expurgado a fondo el BOE donde se reseñan los acuerdos del viernes. Esta relevante partida aparece nada menos que en la disposición final decimoséptima, casi de tapadillo (como también revela el silencio al respecto de Soraya Sáenz de Santamaría).

Mantienen, además, los 92.543.560.000 de euros que aprobó el gobierno del PSOE para garantizar las obligaciones económicas exigibles a la sociedad denominada ‘‘Facilidad Europea de Estabilización Financiera’’.
Añaden otra partida de 3.000.000.000 de euros para los avales destinados a garantizar valores de renta fija emitidos por fondos de titulización de activos.

En total, ponen a disposición de las entidades financieras 196.043.560.000 euros para 2012.
A causa del abultado déficit público (debido a la deuda de las Comunidades Autónomas fundamentalmente y recordemos que pese a la sorpresa manifestada por el PP de ese “país en ruina”, este desmemoriado partido las regenta actualmente casi todas), se han practicado también durísimos ajustes a la población.

La subida del IRPF decretada por el PP nos sitúa ya como el tercer país con los impuestos a las rentas del trabajo más altos, cuando nuestros sueldos son los penúltimos de la UE15, solo por encima de Portugal. Las rentas altas seguirán sin pagar dado que apenas declaran sus ingresos reales y no se persigue apenas el fraude fiscal, ni ha hablado nada el PP de que esa política vaya a cambiar. El expresidente de Lehman Brothers España y hoy ministro de Economía y Competitividad, Luis De Guindos, declaraba esta mañana en la SER que por el impuesto de sociedades “se recauda muy poco”, así que no lo van a tocar, y que “hablar de SICAVs es demagogia barata”, o sea que tampoco. Pues son un montón de ellas y tributan al 1% . Más aún, De Guindos anuncia “una agenda reformista muy agresiva”, sin “llorar por la leche derramada”.

Las ayudas a la Iglesia Católica tampoco se tocan. Reciben medio millón de euros diarios. El jugoso BOE del 31/12/2011 dice también que el Estado entregará, mensualmente, a la Iglesia católica 13.266.216,12 euros”,

Para pagar a los bancos y mantener los privilegios de las clases adineradas por tanto, se producen graves recortes sociales y alzas de impuestos. Y se merma en capítulos fundamentales como la dependencia, la investigación, o la televisión pública, que parece tener sus días contados.

El BOE escondía algún acuerdo más, que igualmente olvidaron mencionar los cuatro ministros: la compra de gases y artificios lacrimógenos por valor de un millón de euros . El anuncio de licitación apareció el 15 de Junio, un mes después del 15M, a iniciativa del PSOE según se ve claramente. El PP lo ha mantenido. Parece más imprescindible este gasto que subvencionar el transporte público a los jubilados, también suprimido en algunas comunidades autónomas. Las “agendas reformistas muy agresivas” es lo que tienen, que igual no gustan y quien manda, manda, aunque no sea sino representante de la soberanía popular.

Como en Farenheit 451 atrapad en vuestra memoria datos, declaraciones e imágenes. La UE se dispone a borrar la memoria de Internet.
Que el futuro sea como lo planean o como demanda la justicia y la equidad, depende solo de nosotros,

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Reflexión:

¿Quién parará este tren de la insensatez e irresponsabilidad del “político”? (…quizás sea porque se llega a la política por muchos caminos con el solo objetivo de tener “poder” y con ese poder hacer lo que su instinto animal les lleva hacia su objetivo, el de poder medrar). ¿Quién les ha educado? Muy posiblemente este capitalismo feroz, esta sociedad frenética que no sabe ni conoce más destino que el ego y el tener para sí, como si el mundo se terminara mañana mismo, un mañana a medio plazo que para muchos no llegará… ¡ o cambiamos la dirección de la vía o el tren se estrellará con todos nosotros dentro !

¡Evítalo, lucha contra la insensatez, sé crítico en todo aquello contrario a la honradez y aplaude la idea de justicia (digo la “idea”, no la práctica jurídica de nuestros días).

domingo, 22 de enero de 2012

SALARIOS MINIMOS EUROPEOS



"Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada." Ayn Rand (1950)
SALARIO MÍNIMO INTERPROFESIONAL EN EUROPA:

Luxemburgo:. . . . . 1.750 ¤
Irlanda: . . . . . . . . 1.653 ¤
Bélgica: . . . . . . . . 1.389 ¤
Holanda: . . . . . .. . 1.385 ¤
Francia: . . . . . . . . 1.350 ¤
Reino Unido: . . . . 1.005 ¤
España:. . . . . . . . . 624 ¤ Y los gobiernos y senados españoles ganando lo mismo que los europeos de "primera clase"; los parlamentarios españoles, en el Parlamento Europeo, ganando igual que los "europeos ricos". Los unicos que somos europeos solo para lo que les interesa: los españoles de 3ª, 4ª, 5ª, etc
Para que luego digan que solo hay CASTAS en la India.
 Que sepan que lo sabemos y les dé vergüenza (si la tienen).

"La politica es el arte de buscar problemas, encontrarlos y aplicar las soluciones equivocadas".

Groucho Marx.

El derrumbe del Antiguo Régimen; por cosas como esta le cortaron la cabeza a Maria Antonietta



Los problemas financieros de la Monarquía y la presión inflacionista prepararon el terreno a otra recesión, precipitada por una crisis demográfica y la Guerra de la Independencia. El conflicto también facilitó cambios en la estructura económica


Las secuelas de la Revolución Francesa de 1789 desencadenaron el inicio de la crisis del Antiguo Régimen en España, un periodo caracterizado por las guerras, la debilidad y el derrumbe de muchas de las viejas instituciones, la inestabilidad política y la alteración de la dinámica económica.
Desde un punto de vista macroeconómico, entre 1789 y 1840, año en el que finalizó la primera guerra carlista y se asentó el régimen liberal, se alternaron dos fases expansivas, 1789-1801 y 1815-1840, y una recesiva, entre 1802 y 1814. Este artículo se ocupa esencialmente de la crisis de la década y media inicial del siglo XIX, pero también extiende su mirada al antes y al después.En la España del XVIII coexistían dos velocidades, dos maneras de crecer
El siglo XIX se abrió con importantes epidemias y malas cosechas
La Guerra de la Independencia abortó la incipiente recuperación
Las colonias americanas prescindieron de la mediación hispana
La ocupación francesa debilitó las instituciones del Antiguo Régimen
La expansión del cultivo de cereal sostuvo el avance entre 1815 y 1850
En cuanto a las fases de crecimiento, resulta aparentemente paradójico que España, de 1789 a 1801 y de 1815 a 1840, obtuviera resultados económicos positivos en momentos de graves contratiempos internos y de cierta desintegración de la economía internacional. La principal clave explicativa radica en que el debilitamiento, primero, y el desplome, después, del Antiguo Régimen facilitaron la incorporación a la labranza de enormes extensiones de tierra.
En la España del siglo XVIII coexistieron dos velocidades y dos modos distintos de crecimiento económico. En los territorios interiores y en las regiones septentrionales, el PIB aumentó a una tasa no superior al 0,5%, el crecimiento tuvo un carácter marcadamente rural, la productividad del trabajo en la agricultura permaneció estancada y los progresos en la especialización y en los tráficos mercantiles fueron modestos.
La España interior estaba lejos de aprovechar plenamente su potencial de crecimiento agrario: muchas zonas se hallaban aún poco colonizadas porque los grandes propietarios territoriales rentistas, las oligarquías locales con importantes negocios pecuarios, los dueños de cabañas trashumantes y la Mesta, grupos que acumulaban bastante poder, estaban interesados en frenar las roturaciones en las tierras municipales.
Por el contrario, en el área mediterránea y en la Andalucía atlántica, el PIB creció a una tasa cercana o algo superior al 1% y la expansión productiva se sustentó, al igual que en otras zonas de Europa occidental, en un cierto incremento de la productividad agraria, en el auge de la economía marítima, en el desarrollo de la protoindustria y en la mayor laboriosidad de la mano de obra familiar. En muchos casos, esa intensificación del factor trabajo fue la respuesta a la caída de los salarios reales y/o al descenso de ingresos netos de numerosas explotaciones agrarias, fruto del incremento de las rentas territoriales y de la reducción de su tamaño ocasionada por la mayor presión de la población sobre los recursos agrarios.
Por consiguiente, las "fuerzas económicas del progreso" (mayor comercio y especialización y pequeños avances tecnológicos) solo resultaban claramente hegemónicas en una parte minoritaria de España; de ahí que nuestro país siguiese divergiendo de Europa occidental en el siglo XVIII.
La década de 1790 fue un periodo de fuertes convulsiones, de desequilibrio financiero del Estado y de crisis sectoriales, pero también de aceleración del crecimiento demográfico y agrario. En la España del siglo XVIII, su último decenio fue, tras el de 1720, el de mayor crecimiento de los bautismos (véase el gráfico 1 basado en una muestra de más de 1.200 localidades). Lo más llamativo de este auge radicó en que fue protagonizado fundamentalmente por regiones que habían registrado una expansión modesta o moderada en el siglo XVIII (Andalucía occidental, Aragón y Castilla-La Mancha). En las zonas interiores, este crecimiento demográfico habría sido inalcanzable sin que simultáneamente se registrara una importante expansión agraria.
El impulso agrícola de la última década del siglo XVIII fue fruto de la necesidad, de los mayores incentivos y de las oportunidades abiertas por el nuevo panorama político. Los granos se encarecieron notablemente en todos los mercados y, además, el diferencial de precios del trigo entre la periferia y el interior se incrementó debido en buena medida a la disminución y a la mayor irregularidad de las importaciones resultantes de las perturbaciones que los conflictos bélicos ocasionaron al comercio exterior desde 1793. De modo que el interior se encontró con una coyuntura favorable para incrementar su participación en el abasto de cereales de la periferia. Además, el cambio de escenario político provocado por la Revolución Francesa indujo a los integrantes del frente antirroturador a moderar su oposición a los rompimientos. El notable incremento de la defraudación en el pago del diezmo, aparte de ser un exponente del inicio de la descomposición del Antiguo Régimen, también constituyó un acicate para ampliar las labores.
La década de 1790 presentó una cara, la expansión demográfica y cerealista, pero también una cruz: fuerte incremento de las tensiones inflacionistas y acusado descenso de los salarios reales, agudización de los problemas financieros de la Monarquía, reducción y mayor irregularidad del comercio exterior y dificultades para todas las economías periféricas que mantenían un apreciable grado de dependencia de los intercambios internacionales.
La recesión de la década y media inicial del siglo XIX estuvo integrada, en realidad, por dos crisis distintas: la ocasionada por las malas cosechas y las importantes epidemias (paludismo, tifus y fiebre amarilla) de principios del Ochocientos, y la desencadenada por la Guerra de la Independencia. Los factores exógenos a la economía y a la sociedad españolas desempeñaron un papel preponderante en dichas crisis, pero los endógenos no fueron ajenos a la magnitud de ambas: primero, la creciente desigualdad en el reparto del ingreso en la segunda mitad del Setecientos había acentuado la precariedad de muchas familias; y, segundo, la elevada mortalidad del periodo también obedeció a la incapacidad de los Gobiernos para paliar escaseces y carestías, y al deterioro del funcionamiento de los mercados y de instituciones asistenciales, como los pósitos, que estaban siendo sacrificadas para evitar el colapso financiero de la Monarquía.
En la España interior de la época moderna, la crisis de mortalidad de 1803-1805 fue, tras la de 1596-1602, la que tuvo un mayor alcance territorial e intensidad. El desastre demográfico de 1803-1805 fue fruto de una crisis de subsistencias muy profunda (el promedio anual del precio del trigo se incrementó, con respecto al de la década precedente, más de un 125%), pero también de una importantísima crisis epidémica. Aparte de la mortalidad catastrófica, también aumentó notablemente la ordinaria en la década y media inicial del siglo XIX. En 25 pueblos de la provincia de Guadalajara, el cociente difuntos/bautizados fue de 0,87 en 1785-1799, de 1,14 en 1800-1814 y de 0,72 en 1815-1829 (véase el gráfico 2).
Las áreas periféricas también tuvieron que afrontar unos importantes contratiempos económicos en los albores del siglo XIX. Las guerras navales, las dificultades y la carestía del transporte marítimo y la crisis agraria y demográfica de los territorios no marítimos provocaron un descenso en el nivel de actividad manufacturera y comercial. Desde 1805, las colonias americanas prácticamente prescindieron de la mediación hispana en sus tráficos exteriores.
La Guerra de la Independencia abortó la recuperación que la agricultura española había iniciado después de 1805. Ahora bien, las secuelas de este conflicto fueron mucho más allá del desencadenamiento de una nueva crisis económica. Entre las principales, han de contabilizarse:
1. Tras la ocupación del país por las tropas francesas, muchas de las instituciones fundamentales del Antiguo Régimen se desmoronaron o quedaron muy debilitadas.
2. El vacío de poder en la metrópoli propició el estallido de movimientos independentistas en buena parte de las colonias americanas.
3. La crisis financiera del Estado absolutista se intensificó extraordinariamente.
4. La sobremortalidad y la merma de nacimientos ocasionadas por la guerra ascendieron a no menos de medio millón de personas.
En el terreno más estrictamente económico, deben mencionarse:
a) Numerosas explotaciones agrarias vieron reducidas sus disponibilidades de fuerza de trabajo y de ganado; de ahí que muchas de ellas tratasen de incorporar mayores cantidades del factor tierra para compensar las pérdidas en los otros factores y restablecer un cierto equilibrio productivo.
b) Los saqueos y las destrucciones de cosechas provocaron daños de consideración en no pocas zonas.
c) Las secuelas del conflicto perjudicaron de un modo especialmente intenso al comercio y a la industria.
d) Los ahorros de los propietarios rurales fueron absorbidos por gravámenes extraordinarios, requisas, suministros y préstamos forzosos a los ejércitos, a la guerrilla y a los municipios. Los más pudientes acumularon unos activos de elevado valor nominal sobre unos concejos cuyo nivel de endeudamiento les impedía atender sus obligaciones financieras, salvo que se desprendiesen de parte de sus todavía extensos patrimonios territoriales. De modo que tales acreedores enseguida se percataron de que solo había una alternativa para recuperar sus contribuciones a la financiación del conflicto bélico: la privatización de tierras municipales.
Es indudable que la Guerra de la Independencia tuvo, en el corto plazo, un impacto económico muy negativo, pero también generó otras secuelas que contribuyeron a inducir, en el medio y largo plazo, cambios en la velocidad y en el tipo de crecimiento económico, en la política comercial y en los niveles de desigualdad.
El mayor potencial de crecimiento agrícola de España, al menos a corto y medio plazo, estribaba en las enormes extensiones de tierras que podían roturarse. Durante la Guerra de la Independencia se crearon condiciones favorables para el estallido de una gran oleada de rompimientos, que se moderó en las etapas de restablecimiento del absolutismo, pero que mantuvo un ritmo relativamente intenso hasta mediados del siglo XIX: tras el hundimiento del Antiguo Régimen, ni las viejas autoridades locales, ni las nuevas pudieron refrenar las ansias de numerosísimos productores agrarios de ocupar y roturar tierras comunales; la desamortización silenciosa de tierras municipales facilitó los rompimientos de extensas áreas de pastizales y bosques; y, el incremento de los precios de los granos también constituyó un acicate para extender los cultivos cerealistas.
Una vez concluido el conflicto, la recuperación demográfica fue inmediata e impetuosa, sobre todo en las regiones cerealistas meridionales. El vigor de ese proceso obedeció al fuerte crecimiento del producto agrícola, pero también al relativamente reducido nivel de la mortalidad entre 1815 y 1830. De 1820 a 1850, la población española creció al 0,9% y la europea al 0,81%. Las estimaciones de Álvarez Nogal y Prados de la Escosura apuntan a que, entre 1787 y 1857, el PIB y el PIB por habitante se expandieron a una tasa cercana al 1% y a otra superior al 0,2%, respectivamente. Es indudable, pues, que el conflicto con los franceses también entrañó una ruptura en el ámbito económico: nunca antes la población y el PIB habían crecido tan velozmente en España como lo hicieron entre 1815 y 1850.
El impulso agrícola posterior a 1815 tuvo tres pilares esenciales: la marea roturadora, el rápido crecimiento de la población y la implantación y pervivencia de una política comercial prohibicionista en materia de cereales. Varios factores nos ayudan a entender por qué España adoptó en 1820 tal política comercial y por qué la mantuvo tantos años:
1. La oleada de proteccionismo enérgico en la que estuvieron involucrados numerosos países europeos y Estados Unidos, países que habían impulsado procesos de sustitución de importaciones entre 1793 y 1815.
2. La necesidad de defender una nueva e importante actividad cerealista de la competencia exterior en los mercados litorales una vez concluidas las guerras napoleónicas, nueva actividad que se había desarrollado en periodos de precios absolutos y relativos de los granos muy altos.
3. El régimen liberal, necesitado de ampliar su base social, utilizó el prohibicionismo cerealista para frenar el descenso de las rentas agrarias y de los precios agrícolas, lo que tornó más atractivas las compras de las tierras desamortizadas.
4. Los propietarios y cultivadores de tierras de cereal contaron con el decidido apoyo de los industriales catalanes en la defensa del prohibicionismo.
5. La pérdida de las colonias americanas originó un fuerte deterioro de las cuentas externas y un drástico cambio en el panorama monetario (del intenso crecimiento delstock de oro y plata en el periodo 1770-1796, se pasó a una fase de descenso apreciable del mismo). Los sucesivos Gobiernos tuvieron que emprender una política de reequilibrio de la balanza de pagos y el prohibicionismo constituyó un instrumento esencial de la misma.
La presión que el prohibicionismo ejerció sobre los precios de los cereales resultó clave para la formidable extensión de los cultivos en la primera mitad del siglo XIX, pero otros factores también contribuyeron a la aceleración del crecimiento económico: la notable ampliación del mercado nacional derivada, ante todo, del intenso auge demográfico; el impulso en la urbanización desde la década de 1820; el modesto incremento de la productividad en la agricultura; los avances en la integración de los mercados; el inicio de la industrialización catalana, y el dinamismo de la demanda exterior de productos agrarios mediterráneos y de minerales a medida que tomaba cuerpo la industrialización europea.
El balance económico del periodo 1815-1850 presenta luces y sombras. Por un lado, el crecimiento se aceleró fuertemente con respecto a las fases precedentes y la distribución del ingreso se tornó menos desigual (entre 1788-1807 y 1815-1839, la ratio renta de la tierra/salarios agrícolas descendió un 21% y un 28% en Navarra y Castilla la Vieja, respectivamente). En contrapartida, España, pese a su impulso económico, se alejó de Europa; el prohibicionismo perjudicó a las regiones exportadoras, sobre todo a Valencia, Murcia y a la Andalucía marítima; y, además, el modelo de crecimiento de después de la Guerra de la Independencia tenía una fecha de caducidad cercana: la expansión agraria se debilitó a medida que iba completándose el proceso colonizador y que empeoraban las condiciones de acceso a la tierra; de hecho, a finales de la década de 1850 ya se hallaba prácticamente agotado.
Sin embargo, nuestro país no acabaría en el callejón sin salida al que parecía abocado: merced en buena medida a los ferrocarriles, en los que los capitales, la tecnología y el capital humano foráneos fueron trascendentales, y a la creciente demanda exterior de minerales y de distintos productos agrarios mediterráneos, especialmente de vinos, España pudo ir deslizándose hacia un nuevo modelo de crecimiento económico en el que el cultivo del cereal, actividad en la que España no tenía ninguna ventaja comparativa, dejó poco a poco de tener una hegemonía tan nítida y en el que los cultivos mediterráneos, las actividades urbanas, el comercio exterior y, en general, las relaciones económicas internacionales ganaron protagonismo.
Las lecciones del pasado decimonónico apuntan en la misma dirección que las del siglo XX: los vientos europeos fueron cruciales para derribar el Antiguo Régimen (aunque para ello el país sufriera un conflicto bélico muy costoso en vidas y recursos), primero, y para dar un nuevo impulso al crecimiento económico español, más tarde, desde que comenzó a agotarse el modelo que había tenido uno de sus pilares esenciales en el prohibicionismo cerealista y algodonero. La historia contemporánea evidencia, pues, el grave error que el aislacionismo ha entrañado para nuestro país.