domingo, 27 de noviembre de 2011

GIJÓN El ocio y la noche, en el punto de mira


Tita Caravera, Juana Llana, Miguel Ángel Fernández,
Carlos Fernández, Miguel Silveira e Inés Álvarez,
 durante el debate organizado por EL COMERCIO

El pasado 20 de octubre, el Tribunal Superior de Justicia de Asturias ratificaba la sentencia emitida cuatro meses antes por la Audiencia Provincial, en la que se condenaba a 17 años de cárcel a Wilson Pérez como autor del asesinato de Christian Díaz Tommasiello en los Jardines de la Reina en octubre de 2008. Aquel crimen motivó un importante refuerzo de la vigilancia policial en las zonas de ocio. Pero tan sólo tres días después de que se conociera el fallo del TSJA, la historia volvía a repetirse. Francisco Javier Casais González, un avilesino de 36 años, recibía una brutal paliza en Fomento que le dejó en coma. Falleció siete días después.
Ante la gravedad de estos sucesos y otros similares, aunque afortunadamente no tengan un desenlace fatal, la junta local de seguridad acordó recientemente la creación de una comisión de seguimiento con vecinos y hosteleros, que mañana celebrará su primer encuentro con el objetivo de atajar los problemas de seguridad asociados al ocio nocturno. Antes, EL COMERCIO ha reunido a expertos y representantes de diferentes colectivos para analizar este fenómeno y otros asociados y también presentes en la agenda municipal, como el botellón. En el encuentro participaron la presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos de la zona urbana (FAV), Tita Caravera; la gerente de la Asociación de Hostelería, Inés Álvarez; el presidente del Conseyu de Mocedá (CMX), Carlos Fernández; la presidenta de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos de Centros Públicos de Gijón y Carreño, Juana Llana; el presidente de la Asociación de Familiares y Enfermos Alcohólicos Rehabilitados La Santina (Asfear), Miguel Ángel Fernández, y el psicólogo Miguel Silveira.
La gerente de la Asociación de Hostelería abrió las intervenciones lamentando que «muchas veces se relacionan estos sucesos con la ingesta de alcohol y con la concentración de gente en la calle, derivada de lo que no es hostelería, pero lo que no nos paramos a pensar es qué lleva a una persona a actuar con tal violencia, no sólo como para salir de casa con un cuchillo en el bolsillo, sino también para golpear a otra persona hasta matarle, incluso sin necesidad de ir armado». Inés Álvarez señaló que «ni la concentración de bares ni solamente la ingesta de alcohol llevan a alguien a hacer eso, sino que hay otro tipo de razones». Por eso, pidió ahondar en la identificación de las razones «que expliquen estos niveles de agresividad, para poder aportar una solución».
Miguel Silveira reconoció la existencia de componentes tanto psicológicos como sociológicos y señaló que «el perfil de las personas que beben y en ese momento pueden volverse más agresivas es un perfil determinado. La mayoría de la gente es capaz de autocontrolarse, pero sí es cierto que algunos individuos bajo los efectos del alcohol y la droga se desinhiben por completo y se dispara su agresividad». Consideró además que «la peor relación que asociar la diversión a las drogas y el alcohol. Si a eso se suman espacios muy reducidos donde la gente se pisa y se empuja, con los mecanismos de autocontrol muy bajos por menos de nada una persona puede explotar». Silveira lamentó la excesiva «permisividad social» con estos fenómenos, al entender que «estos debates no se suelen abrir hasta que ha habido varias agresiones e incluso muertes».
Dar voz a padres y jóvenes
Carlos Fernández consideró «un error empezar a tratar este tema desde la perspectiva de los sucesos recientes», que consideró «casos aislados». El presidente del CMX abogó porque se aborde «un debate sosegado» y destacó que «son muchos los jóvenes que están en la calle, y no todos salen a emborracharse». Reclamó que en cualquier debate que se haga para controlar el ocio nocturno «se nos incluya a nosotros, que al fin y al cabo vamos a ser los principales afectados si se produce una regulación». También Juana Llana solicitó que se dé voz a los padres «como parte importante en el tema de la prevención del consumo de alcohol» y destacó que «no se puede unir el tema de la violencia con el botellón». Reseñó Llana que «hay que empezar a coger a los críos desde pequeños y explicarles cuáles son los problemas que se derivan de beber alcohol desde edades muy tempranas».
El presidente de Asfear hizo hincapié en que el problema de la seguridad ligada al ocio nocturno no se debe centrar sólo en la juventud, y recordó cómo el autor de un reciente doble apuñalamiento era un hombre de 39 años. «En el momento en el que tienes una copa o dos encima, ya tienes una agresividad potencial», explicó. En lo que respecta a la educación, apuntó cómo «zonas como El Carmen se cierran y se llenan de adultos bebiendo. Aunque lo hacen de forma reposada, los niños lo ven y se preguntan por qué ellos no van a poder hacerlo, y eso es lo que tenemos que evitar». Opinó que ocurre lo mismo en los propios hogares. «Hay que atajar a los niños ya a los once años, aunque sea difícil hablar con ellos de alcohol».
Miguel Ángel Fernández consideró, igualmente, «muy peligroso entrar en un círculo en el que los jóvenes se sientan perseguidos por la sociedad por todo lo que se está hablando estos días».
Tita Caravera coincidió en señalar la «exagerada permisividad» que existe hacia el consumo de alcohol, «que está presente en todas las celebraciones». En relación al botellón, señaló que «yo no diría que es un problema, sino un fenómeno que conlleva problemas. Los jóvenes tienen derecho a divertirse y a ocupar espacios públicos». A este respecto, la presidenta de la FAV reiteró su propuesta de que «cuando se haga la equipación que sea en la parcela de Peritos se disponga un espacio para ofrecer propuestas de ocio alternativo a los jóvenes. No hablamos de un sitio para hacer botellón, sino un local con personal adecuado que les ayude a diseñar cómo pasar las horas de ocio». Caravera recordó la labor realizada desde hace años por Abierto hasta el Amanecer, pero consideró que «salvo la parte deportiva, parece que ahora las otras propuestas no les interesan; tienen otra manera de jugar, de disfrutar las nuevas tecnologías, y meterse en un taller en un centro municipal o una biblioteca no les atrae tanto».
Horarios de apertura
Entre los asuntos que se trataron en el debate se incluyeron los horarios de apertura de la hostelería. Inés Álvarez consideró que esta regulación «contradice la libertad de empresa, porque nadie se mete con la libertad de horarios en el comercio cuando la hay». En cualquier caso, destacó que «atribuir la culpa de los sucesos violentos a que el establecimiento de hostelería está abierto o cerrado es estar muy ciegos». Destacó que «no podemos olvidar que ahora Gijón vive del sector de los servicios, y lo que estamos haciendo con todo esto es transmitir una imagen de ciudad insegura que no es real, aunque ocurran hechos puntuales que debemos analizar». El presidente de Asfear señaló que «si lo que hacemos es adelantar el cierre de los bares, se corre el peligro de que la gente beba más compulsivamente cuando ve que le van a echar».
Tita Caravera manifestó que «hasta ahora el Ayuntamiento fue bastante permisivo con el horario de cierres». El psicólogo Miguel Silveira consideró por su parte que «los horarios tienen que estar más o menos controlados, porque cuanto más se avance en la noche más alcohol se beberá y más opciones habrá de que una persona explote». Al margen de ese asunto, este experto apuntó otros aspectos a tener en cuenta. Por ejemplo, la necesidad de «respetar los aforos, porque si al riesgo que supone el consumo de alcohol y drogas sumas que la gente esté apretujada en un local, aumentas las posibilidades de conflictos». También planteó soluciones como la elaboración de campañas de concienciación, dirigidas tanto al público general como a la población de más riesgo, el uso de envases de plástico -para dificultar el acceso a objetos contundentes y reducir así el riesgo de que en una trifulca haya víctimas graves- y un mayor control de las armas blancas.
Silveira consideró igualmente que «a determinadas horas de la noche, los menores no deberían estar en la calle» y propuso medidas «para implicar a los padres, que se sientan sancionados». Esto fue rechazado por Juana Llana, que contrapuso que «hay que trabajar más en la línea de la reducción de riesgos y la información que en la penalización». Se pusieron además varios ejemplos para trabajar con los jóvenes. Carlos Fernández, por ejemplo, explicó cómo desde el CMX se actúa con mediadores de salud en las zonas de botellón, informándoles de los riesgos y utilizando alcoholímetros. Miguel Ángel Fernández, por su parte, señaló que Asfear ha empezado a trabajar con adolescentes en los clubes deportivos, «pero si luego resulta que sale un médico diciendo que es bueno tomar una cerveza después de un partido, apaga y vámonos». Con respecto a las campañas de concienciación, pidió abordarlas con cuidado «porque igual que algunas de la Fundación Antidroga buscaban evitar que la gente se iniciase en el consumo de cocaína, no pensaron que el mismo mensaje incitaba a los consumidores rehabilitados a recaer, y muchos lo hicieron».
Venta de alcohol a los 18 años
En los últimos minutos del debate la representante de la Asociación de Hostelería pidió al resto de los participantes que se pronunciaran sobre la próxima revisión de la normativa regional, que elevará la edad mínima permitida para la venta de alcohol a menores de 16 a 18 años. Miguel Ángel Fernández manifestó un rotundo apoyo a esta medida, «y si es a los 21, mejor que a los 18». En opinión del presidente de Asfear, «es fácil que un adolescente de 14 años comparta ocio con uno de 16, a través del cual puede tener acceso al alcohol, pero no es tan común que los de 14 años coincidan con los de 18, pues la disparidad de edades es muy grande. De este modo, les será más complicado iniciarse en el alcohol tan jóvenes». También se mostró favorable al aumento de esta edad Miguel Silveira, que basó su posición en que «la percepción del riesgo es mucho menor entre la población juvenil que en la adulta, por lo que con ese incremento hasta los 18 años es más probable que disminuya el consumo».
El presidente del Conseyu de Mocedá, por su parte, consideró que «con 16 años una persona es suficientemente consciente para conocer y entender los riesgos que conlleva el consumo de alcohol», por lo que en su opinión «la postura no es aumentar la edad». Carlos Fernández reiteró nuevamente la necesidad de «hacer hincapié en la educación», porque según él «por poner el límite en 18, sin más, no van a dejar de beber». Juana Llana también estimó que «subir la edad no tendrá un efecto significativo en que beban menos». Finalmente, Tita Caravera criticó que «aunque los hosteleros controlen la edad, los menores suelen compran el alcohol en los supermercados, donde muchas veces no les piden el carné».

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