miércoles, 8 de mayo de 2013

La farsa macroeconómica.



    A partir del 26 de abril la fase política empieza a transmutarse en farsa macroeconómica. Como rasgos incipientes de esta fase pueden indicarse confusos planes de estabilidad a medio plazo, ayunos de cualquier racionalidad y la indiferencia con que se asumen desde el Gobierno las mayores contradicciones en su proyecto económico. No se cuidan ni las formas, signo que Azorín identificaría con un estado de ánimo desesperado. La política de supuestas reformas, simples recortes invertebrados en su mayoría, está agotada, por ineficaz, por costosa en términos sociales y porque la ciudadanía ha dejado de creer en ella. Ha interpretado correctamente que se trata de un engaño.

Hasta finales de abril, el equipo económico del Gobierno había manejado con soltura e impasibilidad  un discurso económico consistente en entretener a la ciudadanía, a los inversores y a los vigías de Bruselas con bagatelas sobre las reformasestructurales
El signo de la nueva farsa brotó en el Consejo de Ministros del citado 26 de abril, fecha en la que se anunció la revisión de un nuevo cuadro macroeconómico encaminada a describir mejor la realidad deprimente de la economía y ganar credibilidad ante los inversores y Bruselas sobre los nuevos plazos del plan de estabilidad financiera.
 ¿Pretenden los ministros económicos decirnos que las empresas españolas seguirán sin invertir en España durante los próximos años, porque eso es básicamente lo que significa un aumento de la capacidad de financiación, que invertirán fuera y que, por tanto, no habrá crecimiento? En ese caso, ¿para que se busca la estabilidad financiera? Con el mismo desahogo, se plantea un marco de estabilidad que prevé un crecimiento sostenido de la deuda, cuando es precisamente la deuda lo que trata de reducir cualquier plan de estabilidad, como hubiera explicado perfectamente Groucho Marx. De hecho, lo único estable del plan es el paro, porque, por las razones apuntadas, la tasa no bajará del 27% hasta más allá de 2016
La evolución económica que se propone es un ataque a la verosimilitud y, entre líneas, la prueba evidente de que el Gobierno ha caído en la histeria, que no es otra cosa que negar la verdad (la incompetencia para afrontar la crisis) y un encerrarse en el simulacro. Su gestión del ajuste presupuestario ha fracasado, y así lo demuestra la incapacidad para corregir el déficit. Bien analizadas las cuentas, no sería en 2012 del 6,98% del PIB, como con énfasis triunfal anunciaron el presidente y el ministro de Hacienda, sino de aproximadamente el 8%, porque del cálculo final del déficit se han hurtado al menos la imputación de 11.000 millones, correspondientes a los 7.000 millones que el Gobierno retiró del Fondo de Reserva de las Pensiones y otros 4.000 millones de retiraron de las Mutuas; 11.000 millones que deberían figurar en el debe de las Administraciones públicas. Si se argumenta que el Fondo de Reserva “para eso está”, la respuesta es que solo debe emplearse si se admite que el déficit es estructural; si es coyuntural, como sostiene, aquejado de psitacismo, casi todo el Gobierno, el Fondo no se debe tocar. Si además se incluyeran las ayudas a las instituciones financieras (3,65% del PIB), resulta un déficit aproximado de las AA PP en 2012 del 11,63% del PIB.
La solución política de un Gobierno noqueado por una crisis que no comprende, es culpar al Banco Central Europeo. Que resuelva el problema Draghi con inundaciones de liquidez, tipo de interés cero y financiación ilimitada a las empresas; este es el nuevo mensaje después de la declaración implícita de incompetencia. Pero en la memoria están la sumisión faldera a las exigencias de recorte del gasto promovidas desde Berlín, la seriedad con que desde los ministerios se defendía la austeridad o la banalidad esa de “no hay que gastar más de lo que se tiene” y la convicción con que se han mutilado gasto público y derechos en sanidad y educación.
El Gobierno aplicó una política económica con “demasiados dogmas y poca moral”; con el agravante fatal de que ha sido incapaz de ejecutarla.

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