martes, 30 de abril de 2013

Un sufrimiento, por cierto, de escasa utilidad.


Al final la Merkel lo dejará en la cuneta con un "Alemania no paga a traidores". Este colaboracionista de la destrucción de la economía y la paz social de España tiene los días contados. Está amortizado para la derecha y ya ha hecho gran parte de su trabajo sucio. Pronto le presentarán los suyos una "oferta que no podrá rechazar" con algunos papeles de Bárcenas. ¿A quién nos querrá vender como esperanza blanca la derecha ahora?
No tienen la más mínima idea de que hacer, por eso desde un principio se han abrazo a Alemania, por lo menos ellos tenían un plan y el PP solo tenía un falso programa y un montón de promesas que sabían que no podrían cumplir, o quizás fueron tan ingenuos que pensaron que abrazandose a Alemania y haciendo todo lo que se les pedía acabarían siendo recompensados con algún tipo de ayuda. La verdad es que sea como se, lo obvio es que no tienen ni la más remota idea y ahora estamos pagando las consecuencias, más paro, mas precariedad, más impuestos y menos poder adquisitivo

La última Encuesta de Población Activa ha arrojado un dato demoledor: desde que gobierna Rajoy, han desaparecido 1.175.000 puestos de trabajo, que hay que apuntar en el debe de su política de recortes a ultranza, cuyo poder destructivo sobre el empleo se ha visto amplificado por la catastrófica reforma laboral vigente desde febrero de 2012.
Aunque Rajoy se escude en la herencia recibida, casi nadie ignora ya que una parte considerable de los 6.200.000 parados que había en España al término del primer trimestre de este año son exclusivamente suyos; no sólo por las medidas que ha tomado o ha dejado de tomar, sino por el error estratégico de anteponer la lucha contra el déficit público a la recuperación del empleo.
Ese error -cierto es- lo ha inducido Angela Merkel, que en esta crisis se está comportando como el gran testaferro de la banca alemana, principal acreedora de la mayoría de los países europeos; pero la responsabilidad por sus dramáticas consecuencias la comparten con ella todos los dirigentes políticos que no han sabido plantarse a tiempo.
Rajoy no lo ha hecho ni lo piensa hacer, como quedó claro tras el último Consejo de Ministros, cuando la vicepresidenta negó cualquier atisbo de rectificación; antes al contrario, el Gobierno tiene el propósito de perseverar en su política de austeridad, que a día de hoy sólo ha traído sufrimiento.
Un sufrimiento, por cierto, de escasa utilidad, porque en 2012 sólo sirvió para bajar apenas dos puntos el déficit público (del 9 al 7%) y eso sin contar los 40.000 milllones de euros del rescate de la banca, que de una u otra forma también acabaremos pagando entre todos.
Aun así, los más preocupante es la nula capacidad de reacción que transmiten Rajoy y su equipo ante la creciente descomposición económica del país, como quedó de manifiesto el viernes con la presentación del vaporoso Plan Nacional de Reformas, un refrito de iniciativas ya anunciadas varias veces y que, para bien o para mal, no acaban de ponerse en marcha.
Nada hay en ese plan que permita albergar la más mínima esperanza de una pronta recuperación, que será imposible mientras cada vez haya menos personas trabajando y las que trabajan ganen cada vez menos, como desgraciadamente ocurre en España.
El Gobierno debe de ser consciente de ello, porque así lo ha reflejado sin ningún pudor en su nuevo cuadro macroeconómico, que prevé concluir la Legislatura con una tasa de paro no inferior al 25%, lo que equivale a tirar por la borda cuatro largos años en materia de empleo.
Ante este panorama desolador, da la impresión de que Rajoy no sabe ya qué hacer y lo único que se le ha ocurrido es pedir “paciencia”, aunque haría mejor dejando simplemente que otro lo intentara, porque quizás él sea capaz de seguir como ahora hasta 2016, pero dudo mucho que la sociedad española pueda.

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