lunes, 11 de agosto de 2014

La oxidada Marca España




El CIS nos acaba de contar que Podemos es la tercera fuerza política del país. Yo creo que lo bueno de esta noticia es la constatación de que aquellos movimientos que inundaron las plazas de las ciudades de España, Indignados y 15-M, pidiendo un cambio en la forma de hacer política, no ha desembocado, como algunos temían, en manifestaciones violentas o desobediencia civil, sino que se ha consolidado y ha cristalizado como fuerza política a tener en cuenta en un periodo de tiempo sorprendentemente corto.
¿Cuál es la clave de este éxito entre la ciudadanía? Parece evidente que lo que Podemos cuestiona, pregunta y denuncia es lo que los ciudadanos están cuestionando, preguntando y denunciando, lo que da lugar a una identificación que se traduce en: “Estos saben dónde están los problemas”.
Si a todo esto sumamos la campaña de descalificación que están llevando a cabo los partidos que han monopolizado el poder político, y que son incapaces de dar respuesta efectiva a las denuncias de malas prácticas, completamos el panorama del éxito de Iglesias y su gente.

Por otro lado, las soluciones que Podemos plantea para resolver los problemas están, de momento, algunas faltas de concreción, otras son irrealizables sin un cambio profundo de las condiciones económicas y otras entran de lleno en el terreno de la utopía. De todas formas, bienvenidos sean si, como parece, son capaces de sacarnos del letargo y el conformismo.—

El culto al dinero fácil ha convertido la costa mediterránea de España en un espectacular adefesio

La necesaria transformación de nuestras anticuadas estructuras económicas a fin de procurar una vida digna a sus habitantes se llevó a cabo con disparatada premura. El culto al hormigón y al dinero fácil unido a la falta de planes de desarrollo sostenible adaptados a la configuración del paisaje y a la incultura de los promotores y de la clase política asociada a ellos cuajaron en un agobiador panorama de ladrillo y una grotesca ostentación de nuevo rico. Se quemaron las etapas en una feroz arrebatiña de licencias de construcción dejando tras sí un erial de apartamentos vacíos y un horizonte de vacuidad desolada.
El efecto perverso de la machacona publicidad a toda página de una foto con la leyenda “Descubre la playa más solitaria del mundo” propició la invasión de esta por un tropel de curiosos ávidos de soledad. En vez de salvar lo que debía ser preservado en armonía con el progreso y bienestar de la población se destrozó el ámbito que la sustentaba con un fervor y denuedo dignos de mejor causa. La estrechez de miras, el señuelo del provecho inmediato, la perspectiva ilusoria de una prosperidad ininterrumpida acabaron con una España que debía cambiar pero no del modo insensato en el que se efectuó.

Hermosos pueblos de Andalucía, configurados con la delicada imbricación de las aldeas bereberes del Atlas, cedieron el paso al desastre urbanístico de Mijar o Mojácar con sus casas encaramadas unas sobre otras a fin de avistar el mar garantizado por los promotores en un amazacotado conjunto falto de gracia que alcanza las proporciones de una pertinaz pesadilla o espectacular adefesio.

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