jueves, 21 de marzo de 2013

un sitio en el que daba tanto gusto ir a trabajar como no ir,



 El mismo día, en el mismo periódico, y en la misma página, aparecen dos noticias: Una, que 17 directivos de la prácticamente quebrada Caja Madrid cobraron 71 millones de euros en los últimos cuatro años de la crisis, y el Presidente de la entidad, Miguel Blesa, 12,4 millones. Otra, que tres millones de españoles viven ya en la pobreza extrema, la renta familiar cae a niveles de 2001, se dispara la desigualdad entre ricos y pobres, y los recortes condenan a aquéllos con menos recursos.

Desde ayer Jesús Sepúlveda, exalcalde de Pozuelo y exmarido de Ana Mato, es también formalmente exfuncionario de la casa ‘popular’, dicho sea a la manera de Carlos Floriano, el verbo del PP y también su predicado. Es un día triste para lo que creíamos haber visto en este partido un marco idílico de relaciones laborales, un sitio en el que daba tanto gusto ir a trabajar como no ir, ya que Sepúlveda, como se nos informó en su día, cobraba sin pisar la sede. Primero fue Yahoo y ahora esto. Corren muy malos tiempos para el teletrabajo.
La vida del ex de la ministra de Sanidad no ha debido de ser fácil. Sobre él tuvieron que recaer por fuerza las principales responsabilidades domésticas, desde el suministro de vehículos de alta gama hasta los viajes gratis total a Suiza o Irlanda, pasando por la organización de las fiestas de cumpleaños de los niños, con payasos, globos y confeti incluidos. Se le reprocha haber contado con la ayuda del engominado Correa para estos menesteres, pero ¿quién mejor para organizar la comunión de los críos y ya de paso pagarla que quien tan de cerca había seguido la boda imperial de la hija de Aznar en El Escorial? Hay que ponerse en su pellejo: no podía contar con su esposa porque la pobre no se enteraba de nada y confundía un Jaguar con un secador de pelo, y debía recurrir a especialistas.
Hombre tan dispuesto y hacendoso siempre despierta recelos. Algunos les molestaba que tuviera criada ecuatoriana en casa, cuando era algo obligado por la incapacidad de Mato para percatarse de lo cotidiano, y a la que, por cierto, trataba como un miembro más de la familia: también ella viajaba gratis por la jeró gracias a Correa. A otros les sabía mal tanto regalo de la Gürtel, que ni siquiera la hoy ministra agradecía porque debía de pensar que los bolsos de Vuitton que llevaba habían crecido en el jardín junto a las petunias. A los menesterosos, siempre envidiosos del éxito ajeno, les sublevaba particularmente el despliegue payasil de sus fiestas, condenados como estaban a celebrar el cumple de los niños en el McDonald y ver allí un payaso en papel mache ya que uno de carne y hueso no habría podido atravesar el pasillo de sus viviendas con los zapatones puestos, de pequeñas que son hoy en día.
Imputado por estas menudencias, el bueno de Sepúlveda, un caballero español presto siempre a defender el honor de su exdama, había vuelto a su negociado en el PP, donde según Floriano, desempeñaba una labor multidisciplinar a distancia, “recibiendo las tareas que le encargaban los distintos departamentos”. No consta desde su reincorporación en 2009 queja alguna, por lo que hay que suponer que realizaba sus funciones con la diligencia debida y a plena satisfacción de sus superiores, especialmente de Rajoy, que no habría malgastado el dinero público –que es de lo que se financia el PP en un 90%, al menos teóricamente- en mantener a vagos, maleantes, delincuentes o chantajistas.
Cuando pensábamos que el PP siempre defendería ese Estatuto de los Trabajadores que, en palabras de Floriano, impedía despedir a un imputado por corrupción, Cospedal anunciaba incomprensiblemente el final de esta relación laboral tan satisfactoria para ambas partes. Todo se ha resuelto sin necesidad de ir a juicio, con largueza, como corresponde a un partido señor que dispara con pólvora de rey. Los 229.000 euros del despido improcedente los pagaremos entre todos, y lo haremos con gusto porque a una persona tan cumplidora y discreta no se le puede dejar con una mano delante y otra detrás, inerme ante la elevadas cuotas del seguro a todo riesgo de sus vehículos de gran cilindrada.

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