lunes, 30 de enero de 2012

Seis meses de sombras en el Principado


Gracias a su genialidad deja .
eso sin contar con los recortes que estaremos obligados a realizar para pagar los gastos de las elecciones

Francisco Álvarez-Cascos, vicepresidente del Gobierno de la nación y ex ministro de Fomento entre 1996 y 2004 y secretario general del PP durante diez años, se alzó con la presidencia de Asturias en las elecciones de mayo con una imagen, labrada durante años por muchos de sus propagandistas, de gestor eficaz, trabajador infatigable “a tres turnos” (uno de sus lemas de campaña), gobernante impetuoso y arrollador y dotado de una idea cabal y visionaria de Asturias y de sus problemas y sus soluciones.
Pero en estos seis meses y medio de Gobierno nada de ello se verificó. La crisis económica, la necesidad de ajuste del gasto público y la minoría parlamentaria actuaron como supuestos eximentes de la inacción del Gobierno. Pero lo desolador para Cascos es que en este medio año de ejercicio del poder ni tan siquiera ha expuesto un proyecto conceptual ni un diseño de futuro para la región. Porque más que de futuro y de los retos del siglo XXI, Cascos se ha pasado medio año envuelto, como antaño, en la exaltación del pasado, reivindicando una y otra vez a Jovellanos, el ilustrado gijonés del siglo XVIII al que desde hace décadas dedica sus desvelos y le sirve de motivación en el ejercicio de la vida pública.
A esta ausencia de un proyecto prometedor de futuro se sumó su situación de minoría parlamentaria, que agudizó la imagen de inoperancia. En estos seis meses no hay decisiones o materializaciones que hayan confirmado la existencia tanta veces proclamada de un Gobierno trabajando a “tres turnos”. De hecho, Cascos ha seguido alternando su residencia en Asturias y en Madrid.
Pero la percepción que ha llegado a la ciudadanía es que mientras el ejecutivo de Foro manifestaba acusadas dificultades para hacer, no tenía ningún reparo en deshacer cuanto encontraba en su camino.
El frontal enfrentamiento con el Centro Internacional de Óscar Niemeyer (hoy, paralizado), el intento de asfixiar a la televisión y radio autonómicas (RPA) por la vía de los hechos, incumpliendo mandatos parlamentarios y negándose a pagar partidas aprobadas y comprometidas por poder legislativo en los presupuestos de 2011 y más recientemente la destitución del director del prestigioso Festival Internacional de Cine de Gijón por decisión del concejal de cultura de Foro en Gijón, entre otras decisiones controvertidas, han creado una impresión de bronca e inoperancia destructora.
A ello se ha sumado la imagen extremadamente débil de algunos consejeros del Gobierno, todo cuyo peso político reposa de modo exclusivo sobre el carisma del presidente. La imagen de falta de competencia de varios de los consejeros en sus comparecencias parlamentarias (una de ellas admitió, nada más ser designada para el cargo, desconocer la materia de la que había sido responsabilizada) debilitó la imagen del ejecutivo, así como los sucesivos cambios de posición sobre varias materias.

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