miércoles, 23 de noviembre de 2011

Un problema complejo; El botellón es uno de ellos.

Es una perogrullada, pero los problemas complejos no admiten soluciones simples. Las causas del botellón están enraizadas en nuestra sociedad. Lo hacen posible cosas como la emancipación tardía, la socialización a través del alcohol, el fiasco educativo, el paro o la precariedad laboral. La propia existencia de la juventud como colectivo favorece que los muchachos formen una especie de subcultura con sus propios ritos. El botellón es uno de ellos.
Por eso deberían incluirse representantes de asociaciones juveniles en la Comisión de Seguimiento sobre convivencia. Una vez tomada la decisión de crear este tipo de estructuras burocráticas, hágase con todas las consecuencias. Si suponemos que el problema radica en el ocio juvenil, entonces es preciso consultar a los jóvenes, o sea, a quienes oficialmente lo son y se organizan como tales.
Asimismo, hay que prestar atención a las propuestas de ocio alternativas, como la sugerida por la Federación de Asociaciones de Vecinos. Debemos también a esta federación la mejor idea de las que se barajan estos días: promover un debate amplio y pausado sobre los problemas de convivencia ciudadana. En un momento en que todo se decide porque sí, ojalá cunda el ejemplo y el Ayuntamiento acepte el envite.
Por su parte, IU propone medidas basadas en la educación y el diálogo. Estas medidas son, sin duda, bienintencionadas. Ahora bien, mientras se comprueba si son eficaces, ¿qué hacemos? ¿Vamos a tener a los jóvenes tutelados por psicólogos, educadores sociales y animadores socioculturales? Además, es ingenuo fiarlo todo a la buena voluntad o la mediación entre las partes. La buena voluntad es etérea y las partes en conflicto no siempre son equiparables. A veces una es la que incumple las normas y conculca los derechos de la otra. En ese caso la mediación es, en el fondo, muy injusta.

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