jueves, 6 de diciembre de 2012

El miedo a la crisis permanente; ( el miedo como excusa para oprimir al pueblo)


Con la historia de la crisis, el obrero esta pillado de por vida;  Es la excusa perfecta, para poder tenerlo amarrado a los intereses del capital.
El obrero por miedo a perder lo poco que tiene básicamente el sustento mínimo, que apenas le permite comer, traga con todo y así mismo da las gracias a su salvador que lo acoge en su seno
Antes se recurrió a otros miedos,  la guerra fría, (años 50) crisis del petróleo (años 80) desindustrializacion (2000);  y alguna mas que se les ocurra, en el momento que el pueblo consiga cierto margen de beneficios sociales, que les pueda restar poder sobre las masas ( lo que pone en peligro la minoría  que pudiera pasar
a no ser lo tanto y como consecuencia la cultura pase al pueblo, poniendo contra la pared los puestos de trabajo mejor renumerados, que pudieran pasar a manos de los mas inteligentes, en lugar de estar en sus manos por muy incompetentes que sean).
Esto les permite que en el momento que sus negocios no sean enormemente rentables, robar con total impunidad, ya que si la ( justicia ) por algún motivo los condena siempre serán indultados, ya que los políticos están en su nomina y tienen asegurada la publicidad que estos le proporcionan. Y si estos miedos
no son lo suficiente, siempre se puede criminalizar a un grupo de los que componen el país; ya lo hizo el nazismo con los judíos,  EE. UU con los hispanos e incluso Japón con los Chinos ( años 40) 
Por si esto no fuera suficiente siempre se puede recurrir a la religión, 

Nuestra crisis es financiera. Se creó financieramente y financieramente se desarrolla. Pero hay muy pocos responsables procesados aunque decenas de miles de familias estén perdiendo sus casas y trabajos y, una empresa tras otra, quiebre el sistema que produce todo lo que necesitamos.

La crisis financiera no se explica bien. Casi nadie la entiende. Hay una prima de riesgo que debemos temer, un déficit que no nos debemos permitir, unos impuestos que no deben pagar grandes empresas ni en general los ricos y sobre todo, y como raíz de todo, unos bancos cuyas cuentas no cuadran. Pues la crisis financiera es principalmente eso: un tremendo problema de contabilidad; consiste en que no hay correspondencia entre el dinero contabilizado y la riqueza real que debe respaldarlo. El dinero que con tanta avaricia "hicieron" los financieros se mezcló con el dinero real que traducía riqueza honestamente generada y ahora, el valor de los dos, está amenazado. Todas las reformas que “hacemos” van dirigidas a mantener ese dudoso valor derivando una proporción cada vez mayor de la riqueza social al sostenimiento de su absurda contabilidad.

Se justifica en que se trata de proteger la inversión del honesto ahorrador y del pensionista que no debieran tener que pagar el desaguisado de los bancos, claro, pero… ninguno de los que realizaron el saqueo está en prisión, ni sus yates mansiones embargados, ni reclamados sus acciones valores opciones y depósitos, para responder por su mala gestión. De hecho siguen reteniendo como si fuese real el beneficio de su especulación.

No había delito, nos sugieren. Así que voy a recurrir a una analogía sencilla.

Si uno compra una casa por diez, y ni la reforma ni la habita, ni hace nada con ella salvo venderla ahora por veinte… los otros diez, ¿de dónde han salido? No me refiero al mercado, sino a la riqueza real ¿en qué momento y de qué manera se ha producido la riqueza por valor de diez que gana el especulador?

Efectivamente no se ha creado un incremento de riqueza proporcional al incremento de valor “contable” de los inmuebles, y esto constituye la “burbuja inmobiliaria”. Durante algunos años, muchas personas en muchos países del ámbito occidental ganaron más con el incremento de valor de sus casas que con su propio trabajo profesional, precisamente en un periodo en el que los sueldos no eran bajos. Estas personas se sentían naturalmente felices y, faltos de ciencia económica, ignoraban el tremendo desajuste. Por eso ahora nos dicen que estas personas son los culpables. Que esa burbuja nos ha hundido con sus millones de inmuebles sobre-tasados y la necesidad de cuadrar las cuentas aportando el dinero faltante… de la sociedad, a los bancos que aportaron la “financiación” y a los que “se debe” el irreal incremento de valor simplemente porque ya lo contabilizaron y, tenemos que creer que inocentemente, se lo repartieron.

No se produce de forma inversa, no hay retorno: si en vez de un incremento de valor se produce una pérdida, los bancos no aportan nada, ni siquiera responsabilidad. Y los sacrificios exigidos a la gente no son para el beneficio de la propia gente; no se trata de mejorar sus propias cuentas, no se trata de mantener el valor de sus propias casas, ni siquiera se trata de que puedan seguir pagando su propia comida. De lo que se trata es, exclusivamente, que la élite financiera, los llamados “inversores” por los medios de comunicación, ellos y solo ellos, no pierdan su dinero, el que prestaron forzando “inadvertidamente” el absurdo incremento de “valor”. Incremento de valor contable, que no de riqueza, y que ahora pretenden que de todos modos se les debe. Pero la dación en pago, el devolverles el real objeto financiado no les satisface: ellos exigen también los “otros diez” que su sistema especulativo inventó y contabilizó; y reclaman ser pagados con riqueza real que no se ha generado y que, en su juego viciado, deberemos producir nosotros durante años.

Pero lo peor es que no es ni verdad… La burbuja financiera ha sido un efecto, ella misma, del verdadero problema, y no la causa de nuestra implosión social. No es más que la parte del iceberg visible porque es la única que nos quieren mostrar…

No solo los inmuebles se incrementaban contablemente de valor. Al fin y al cabo una casa sí es una casa y una hipoteca tiene esa realidad detrás. Pero la mayoría de los “beneficios” contables que durante la era Bush se repartieron los banksters tienen por objeto entelequias que carecen de ninguna realidad, puro y simple papel nada más…

Los ingenieros financieros inventaron “productos” muy sofisticados. Con ecuaciones literalmente indescifrables, destacados matemáticos atribuyeron a esos pedazos de papel (que llamaron de diferentes formas como valor, opción, acción o miles de otros “derivados”) grandes “rentabilidades” decididas a conveniencia de su bankster patrón. Si un inversor compraba uno de estos papeles por diez, al cabo de un tiempo su contabilidad anotaría veinte, o cien. Bueno, hay muchos más papeles de esos que casas… y ahora resulta que las ecuaciones… no eran más que sudokus, puro juego y no verdadera matemática; y la riqueza correspondiente nunca fue creada.

Las transacciones financieras son como el aceite de un motor, necesario para el funcionamiento de la máquina, pero no son su combustible, su energía, ni causan su movimiento. La especulación en una proporción limitada es, no solo inevitable, sino probablemente necesaria. Pero su hipertrofia, por el contrario, deriva en cáncer.

La efectividad del dinero contable depende de su capacidad para obtener rentabilidad. Nuestro sistema económico está basado en que el dinero, por el mero hecho de existir, sea recompensado con esa rentabilidad, o interés. Los cientos de miles de millones contabilizados así gracias a la fraudulenta acción del señor “mercado” reclaman ahora rentabilidad e interés como si fuesen riqueza real, como si lógicamente se les debiese ese pago por haber mejorado la cantidad y calidad de la producción social. Solo que no crearon nada más que apuntes electrónicos en un computador que trasvasaron luego a otros computadores en paraísos fiscales. Y la burbuja “inmobiliaria” sirve muy bien para despistar de los innumerables y artificiales “productos” financieros especulativos con que inflaron su contabilidad, haciéndose inmensamente ricos de esos dólares electrónicos tan falsos como euros de madera, pero que no quieren “perder” pese a todo.

El desajuste está en la alta finanza y no parece una buena solución corregirlo desviando la riqueza realmente creada por el trabajo, la creatividad y la organización, a pagar la rentabilidad inmerecida de un dinero que, básicamente, se “inventó”. El resultado de esta opción está siendo la destrucción del sistema productivo al negarle su propia remuneración y, aunque la prioridad se haya establecido en que los inversores (los grandes inversores) no pierdan “ese” dinero contable, solo mientras ese dinero contable siga rentando satisfactoriamente, se sostendrá el actual sistema financiero.

¿Durante cuánto tiempo más lo apuntalará lo que se está haciendo?
Habrá que ir pensando en lo del trueque por si acaso...

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