domingo, 8 de enero de 2012

Multiplícate por cero; “En economía, la mayoría siempre se equivoca” (John Kenneth Galbraith)

Al Capone sigue entre nosotros


Al Capone fue perseguido por Eliot Ness y su equipo por contrabando de alcohol (eran los tiempos de la Ley Seca), aunque finalmente el líder de la mafia de Chicago resultó atrapado y condenado en 1931 por evasión de impuestos. Ahora, la venta de alcohol es legal, pero los tiempos de Al Capone están presentes en el campo fiscal. El fraude tributario se ha convertido en una rama más de negocio para las mafias que obtienen pingües beneficios, por ejemplo, a través de las tramas de IVA y las devoluciones por este
impuesto. Como dice un inspector de Hacienda: “ Cada vez el fraude fiscal se parece más a un problema policial que fiscal”. Desde hace años, no basta con comprobar las declaraciones y ver si cuadran las facturas o los extractos bancarios, sino que, en muchas ocasiones, son procedimientos como las escuchas telefónicas –autorizadas por un juez– o requisar los ordenadores de una sociedad las que permiten atrapar a los defraudadores.
El plan de lucha contra el fraude esbozado por el Gobierno incluye pocas medidas nuevas. Tan sólo la de limitar los pagos en efectivo, una propuesta que no llevaba en su programa electoral y que, sin embar-
go, sí había sido planteada por el PSOE, IU y Attac. Todas las demás ya las había puesto en marcha la Agencia Tributaria desde hacía tiempo. En concreto, ya se cruzan los datos del recibo de la luz y de las tarjetas de crédito para detectar dinero negro y economía sumergida. La Comisión Europea ha acogido con cautela los efectos del plan antifraude sobre la reducción del déficit puesto que son ingresos no seguros. Además, el plan se queda corto pues hay otras muchas actuaciones que se podrían incluir. Empezando por un cambio de estrategia: los impuestos están para recaudar y no para inducir comportamientos económicos.
Subvención, no deducción
Si se quiere incentivar algo, es preferible una subvención que una deducción, porque las primeras son más fáciles de controlar, mientras que las deducciones pueden acabar convirtiéndose en un coladero fiscal. No es lo mismo tener que presentar los papeles para demostrar el derecho a recibir una subvención que aplicar directamente una deducción fiscal que puede que no se revise. Es cierto que es mucho más ágil y fácil de gestionar la vía de las deducciones que la de las subvenciones, pero, en estos momentos en que hay que obtener ingresos como sea, la mejor manera es no desperdiciando los pocos que se tienen.
Otro elemento con amplio margen para cerrar agujeros de fraude es el Impuesto sobre el Valor Añadido, y no sólo por el manido “con IVA o sin IVA”, sino porque las tramas mafiosas se están forrando al cobrar devoluciones por un IVA que no ingresan. Lo que es mucho más sangrante, puesto que ya no es que no paguen el IVA, sino que se llevan recursos públicos en una auténtica estafa al Estado.
Los inspectores que persiguen estas tramas llegan a decir que el IVA es un impuesto pensado casi para defraudar. Las tramas carrusel, el fraude en el gasóleo, la utilización de sociedades pantalla son, desde hace años, objetivo prioritario en las actuaciones de inspección. Pero lo que se ha demostrado es que es más efectivo cambiar la ley o imponer controles previos que ir después a intentar que una empresa que ya no existe devuelva lo que defraudó.
Cuando el sistema permite hacer autofactura, repercutir el impuesto y luego deducirlo, cobrar esa deducción y nunca ingresar el impuesto, algo falla en el procedimiento. Igual que falla que no se hayan adoptado más medidas efectivas contra los paraísos fiscales y el secreto bancario. O que se haya subido el IRPF a las rentas medias sin que se imponga un impuesto a las grandes fortunas. O que varias autonomías sigan sin recuperar el Impuesto sobre Patrimonio mientras recortan el Estado del bienestar. Pero hay otras muchas faltas. ¿Qué es lo que falla a tu juicio en la lucha contra el fraude?
 
El fraude es una lacra, y en los países mediterraneos -sobre todo los que han vivido dictaduras más o menos recientes-, más. Hay un problema de mentalidad gravísimo, que confunde Estado y Gobierno, que ensalza la figura del "listo" a la vez que machacan al inteligente, y que -por desgracia- tiende a extenderse, porque los padres corruptos intentan evangelizar a sus hijos en los beneficios de la Trampa. Vemos a menudo a personajes llenarse la boca con proclamas patriotas, que sin ningún problema de conciencia, defraudan al fisco, engañan a sus clientes y estafan a sus trabajadores, hundiendo un poco más este Pais que tanto dicen amar. Porque en realidad la única patria que aman es el dinero, y ya se sabe que nunca es suficiente. Yo creo, con dolor, que nuestra mentalidad es más de creencias y conveniencias que de idelogías, y que por eso se consigue más con multas que con razones. Por eso creo que no sería mala idea endurecer , y mucho, las penas por fraude fiscal,-aparte de prohibir las sicav, y volver a obligar a los ricos a pagar impuestos proporcionalmente a sus ganancias-. También convertir en delito muy grave la creación de empresas fantasma. Ya sé lo que me van a decir: "si se hace eso, muchos empresarios se irán de España"--- Y es posible que sea verdad... ¿Pero qué importa que se vayan unos chorizos que no producen más que miseria? ¿No sería mucho mejor que sólo quedasen aquí los que realmente sirven y crean, de manera práctica y honrada? ¿Acaso son necesarios los ladrones? ¿No nos llega ya con los banqueros?

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